Mente fascista

Como escribe Christopher Bollas en su libro "Ser Carácter", sabemos a través del psicoanálisis que el yo se compone de diferentes yoes y objetos representados en el mundo interno. El yo se asemeja a un sistema parlamentario compuesto de instintos, recuerdos, necesidades, ansiedades y respuestas objetales, un proceso constante de negociación. Especialmente bajo la presión de un impulso intenso como la codicia, una fuerza como los celos o una ansiedad como el miedo a ser herido, este mundo interno pierde su función parlamentaria y puede convertirse en un orden interno menos representativo. Cuando diferentes partes del yo se proyectan sobre objetos externos, la mente se va vaciando cada vez más de sus componentes representativos, alterando el equilibrio interno. En resumen, un fascista acecha dentro de cada uno de nosotros, y sin comprender cómo surge este fascismo interno, no podemos comprender el potencial de las sociedades para recurrir al fascismo.
AUSCHWITZ SELF¿En qué circunstancias las personas matan su yo amoroso y dependiente y se identifican con los aspectos destructivos y narcisistas del yo? Los hombres etiquetados como "hijos de mamá" en el ejército y "demasiado blandos" en el mundo laboral se ven obligados a identificarse con los aspectos más destructivos y narcisistas del yo en defensa propia. Estudios sobre los nazis buscaban comprender cómo los médicos nazis lograban cometer actos de genocidio sin dejar de ser hombres de familia comunes y corrientes. La respuesta era simple: la división. El yo se dividió en dos, permitiendo que una parte actuara como si estuviera completa. Los médicos nazis evitaron la culpa transfiriéndola al "yo de Auschwitz". Pero esto no fue suficiente; mientras estaban en el "yo de Auschwitz", intentaron suavizar el acto mentalmente usando palabras como "purificar" en lugar de "matar". Buenos hombres de familia que torturan animales callejeros, pediatras pedófilos, sindicalistas que abusan de sus esposas pero luego defienden los derechos de las mujeres desde el podio el 8 de marzo, policías acusados de violación o asesinato y jueces que aceptan sobornos, todos usan el mismo mecanismo de defensa.
Ideología ordinariaHabía un video de una anciana israelí, en trance durante una manifestación en Estados Unidos, gritando: "¡Mataremos a todos en Gaza!". Para ella, una sobreviviente del Holocausto era como una enfermedad que podía contagiarla y, por lo tanto, debía ser erradicada. En cierto sentido, abogaba por el "violento procedimiento de purificación" de Hitler. Podría haber sido madre, médica o maestra. Pero su identidad estaba dividida. Bollas escribió: "El elemento fundamental del estado mental fascista (en el individuo o en el grupo) es la existencia de una ideología que mantiene su certeza mediante el funcionamiento de ciertos mecanismos mentales destinados a eliminar toda oposición". Esta ideología no era compleja; de hecho, increíblemente simple; en palabras de Arendt, ordinaria. Al intentar comprender el potencial de violencia que albergan muchas personas hoy en día, el concepto de Hannah Arendt del "mal ordinario" cobra una renovada importancia.
En la mentalidad fascista, la duda, la incertidumbre y el cuestionamiento se consideraban debilidades y debían ser extirpados de la mente para mantener la certeza ideológica. Por lo tanto, ciertos estilos de arte, psicología y filosofía eran mal vistos, y la censura permeaba todos los aspectos de la vida. Al expulsar las dudas y las opiniones discrepantes, surgía un acto especial de apego que permitía a la mente alejarse de la complejidad y alcanzar una cotidianidad pacífica y segura. Un proceso similar operaba en cultos, sectas y organizaciones.
Violencia retóricaPara fomentar esta mentalidad, se empleó la violencia retórica desde una perspectiva intelectual. Con este fin, las palabras de los disidentes fueron distorsionadas, interpretadas fuera de contexto y retratadas como ridículas e indignas de confianza. Los disidentes fueron caricaturizados, menospreciados, difamados, desacreditados y se emitieron juicios basados en chismes. El objetivo era eliminar a esa persona o grupo del ámbito intelectual.
Según Bollas, si una persona, grupo, institución o país realmente desea sanar del trauma intelectual o físico del genocidio, debe recordar los crímenes que cometió. La mentalidad fascista es despiadada no solo con los demás, sino también consigo misma. Por eso recordar es difícil, porque recordar es lamentar nuestra propia pérdida.
BirGün