Un tribunal de París emitirá el veredicto en el juicio por el robo de joyas de Kim Kardashian.

Una década después de que unos ladrones irrumpieran en la lujosa residencia de Kim Kardashian y la ataran a punta de pistola, un tribunal de París decidirá el viernes el veredicto de uno de los robos a celebridades más audaces de la historia moderna de Francia.
PARÍS -- Una década después de que unos ladrones irrumpieran en la lujosa residencia de Kim Kardashian y la ataran a punta de pistola, un tribunal de París decidirá el viernes el veredicto de uno de los robos a celebridades más audaces en la historia moderna de Francia.
Nueve hombres y una mujer están acusados de llevar a cabo, o ayudar, el crimen durante la Semana de la Moda de París de 2016, cuando hombres enmascarados vestidos de policías entraron en la casa de Kardashian en París, la ataron con bridas y desaparecieron con 6 millones de dólares en joyas.
En el centro del juicio se encuentra Aomar Aït Khedache, de 70 años, veterano del submundo criminal parisino. La fiscalía ha solicitado una condena de 10 años. Su ADN, hallado en las bridas utilizadas para atar a Kardashian, desveló el caso. Las escuchas telefónicas lo captaron dando órdenes, reclutando cómplices y organizando la venta de los diamantes en Bélgica. El botín nunca se encontró.
Khedache afirma que solo era un soldado raso. Culpó a un misterioso "X" o "Ben", alguien que, según la fiscalía, nunca existió.
Los acusados se hicieron conocidos en Francia como "les papys braqueurs" (los abuelos ladrones). Algunos llegaron al juzgado con zapatos ortopédicos y uno se apoyaba en un bastón. Otros leyeron el proceso desde una pantalla, con dificultades auditivas y prácticamente mudos. Pero los fiscales advirtieron a los observadores que no se dejaran seducir por las apariencias discretas.
El juicio será llevado a cabo por un panel de tres jueces y seis jurados, quienes necesitarán una mayoría de votos para llegar a un veredicto.
Los acusados enfrentan cargos que incluyen robo a mano armada, secuestro y asociación con pandillas. De ser declarados culpables, podrían enfrentar cadena perpetua.
El testimonio de Kardashian a principios de mes fue el momento álgido de la emoción. En una sala abarrotada, relató cómo la arrojaron sobre una cama, la ataron con bridas y le apuntaron con una pistola la noche del 2 de octubre de 2016.
“Creí que iba a morir”, dijo. “Tengo bebés. Tengo que llegar a casa. Pueden llevárselo todo. Solo tengo que llegar a casa”.
La arrastraron a un baño de mármol y le ordenaron que guardara silencio. Cuando los ladrones huyeron, se liberó raspándose la cinta de las muñecas contra el lavabo, y luego se escondió con su amiga, temblando y descalza.
Dijo que París había sido su santuario, una ciudad por la que paseaba a las tres de la mañana, mirando escaparates y parando a tomar chocolate caliente. Esa ilusión se hizo añicos.
El robo resonó mucho más allá de la Ciudad de la Luz. Obligó a recalibrar el comportamiento de las celebridades en la era digital. Durante años, Kardashian había organizado su vida como una sala de exposición: geolocalizada, iluminada por diamantes, pública por diseño. Pero este fue el momento en que la sala de exposición se convirtió en la escena de un crimen. En sus palabras: «La gente me observaba... Sabían dónde estaba».
Después, dejó de publicar su ubicación en tiempo real. Despojó sus redes sociales de regalos lujosos y desapareció de París durante años. Otras estrellas siguieron su ejemplo. La privacidad se convirtió en un lujo.
Los abogados defensores han solicitado clemencia al tribunal, alegando la edad y la salud de los acusados. Pero la fiscalía insiste en que la experiencia delictiva, y no la fragilidad, definió a la pandilla.
El viernes por la mañana, los acusados hablarán una última vez antes de que el tribunal se retire a deliberar.
Incluso a pesar del minucioso sistema jurídico de Francia, los observadores comentaron lo mucho que tardó en juzgarse el caso.
Kardashian, quien una vez dijo que “esta experiencia realmente lo cambió todo”, espera que el veredicto ofrezca una medida de cierre.
ABC News