Elecciones bonaerenses: deponer los egos para llegar a acuerdos
“Aún no está definido”, dicen miembros de La Libertad Avanza respecto de que esa fuerza y Pro compartan listas para los comicios bonaerenses de septiembre próximo, en los que se elegirán legisladores, concejales y consejeros escolares. “Nadie se va a teñir de violeta”, aseguraban ayer referentes de Pro en medio de las negociaciones que adelantan un posible acercamiento con LLA, pero se desconfía de la letra chica de un eventual acuerdo.
Está claro que el resultado de los últimos comicios porteños para renovar la mitad de la Legislatura, en los que la lista de LLA resultó ganadora (obtuvo el 30,13% de los votos), seguida por la del kirchnerismo (27,3%) y por la de Pro, que quedó en tercer lugar con alrededor del 16% después de dos décadas en que no perdía en el distrito, endureció los términos de las tratativas entre los exsocios del balotaje que, en 2023, lograron llevar a Javier Milei a la presidencia.
Una explosiva combinación de egos potenciados, susceptibilidades extremas, chismeríos de conventillo y chisporroteos crecientes está empañando el objetivo que ese vasto sector de la política se había propuesto –y dice que aún se propone–: destronar al kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires, fuerza política cuya hegemonía ha hundido al distrito en una debacle sanitaria, educativa, económica y de seguridad.
La falta de generosidad y la miopía política que solo permiten ocuparse del metro cuadrado de poder que hoy se tiene o que se pretende recuperar están complicando un camino que debería ser allanado haciendo foco en el total de la película y no en la foto del momento o las encuestas de ocasión –y de intención–, según quien las encargue y pague.
En política, se sabe, nada es definitivamente matemático. Dos más dos no siempre son cuatro, pero ciertos hechos proveen evidencias difíciles de rebatir. Una de ellas son los resultados de las elecciones de 2023 para gobernador de la provincia de Buenos Aires. Pro y LLA fueron con listas separadas. Según el escrutinio definitivo, Juntos por el Cambio obtuvo el 26,61% de los sufragios y LLA, el 24,57%. Aunque resulte fácil afirmarlo desde lo contrafáctico, es cierto que, de haber concurrido unidos, se hubieran impuesto a la lista de Unión por la Patria, que obtuvo el 44,94% de los votos, lo que permitió a Axel Kicillof acceder a su segundo mandato consecutivo al frente del distrito con mayor población del país.
Lo mismo ocurrió en los comicios generales de aquel año para la elección de presidente, entre otros cargos nacionales. Unión por la Patria, que llevaba a Sergio Massa como candidato a jefe del Estado, obtuvo el 36,69% de los votos; LLA, con Javier Milei, el 29,99%, y Juntos por el Cambio, que postulaba a Patricia Bullrich, el 23,84%. Ninguno de los tres obtuvo el apoyo necesario para ganar en primera vuelta. La historia es conocida: Milei accedió a la presidencia con el invalorable aval de muchos votantes de Juntos por el Cambio en el balotaje en el que se impuso claramente a Massa. Los “ñoños republicanos” de los que hoy abjura el Presidente fueron los que le dieron legitimidad hace poco más de un año y medio. La historia porteña demuestra ahora que el candidato de Milei, Manuel Adorni, fue capaz de imponerse en el exbastión de Pro, desgajado también por divisiones internas que vienen horadando a esa fuerza desde las últimas PASO nacionales, cuando Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta se trenzaron en una interna feroz.
Los recelos no deberían imponerse a la reflexión. Los castigados y sufrientes habitantes de la provincia de Buenos Aires merecen una oportunidad de mejora a todo nivel, esa que el kirchnerismo no ha sabido o no ha querido proporcionar, incluso a su importante número de votantes, a los que pareciera que no tienen ninguna intención de pedirles disculpas por haber transformado el distrito, y en especial buena parte del conurbano, en una zona invivible.
Una salud colapsada, una educación en niveles deprimentes, falta de obras viales esenciales, sin cloacas en buena parte del distrito, ausencia total de previsiones ante fenómenos climáticos de magnitud y una inseguridad creciente que obliga a los bonaerenses a encerrarse en sus casas para evitar ser blanco de un delito sin control en barrios claramente librados a su suerte. Esa es la foto, pero también la película de tantos años de peronismo en el poder.
Se necesitan mucho trabajo, agallas y bajarse de los egos para dedicarse a pensar cuáles son las medidas urgentes que se deben tomar como parte de un programa de trabajo consistente y duradero, y, desde ya, qué y cómo van a hacer para llevarlas a cabo quienes pugnan por una banca legislativa. Hoy nadie parece estar hablando de eso en las reuniones políticas donde se debate una eventual alianza, frente o como se lo quiera llamar entre LLA y Pro. En su lugar, prima la pelea por ver cuántos puestos se pueden conseguir en las listas, entre otros capítulos de una negociación “endógena”, palabrita que se ha puesto de moda. Fuera de esa endogamia dirigencial está la gente, el votante, el bonaerense que espera algo superador para empezar a salir de la devastación en que lo sumió la propia política que domina el distrito desde hace décadas.
“Falta mucho”, dicen los dirigentes para justificar sus dilaciones, tomando en cuenta que el calendario electoral bonaerense indica que la fecha límite para la presentación de alianzas es el 9 de julio, y el 19 de ese mes lo será para la oficialización de listas. Pero julio está a la vuelta de la esquina.

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