Paz a cambio de minerales: las negociaciones entre EE UU y Congo disparan las alertas
Los mayores exportadores de coltán del mundo —indispensable para la digitalización, la transición energética y la producción de armas— se han convertido en el último ejemplo de la política transaccional del Gobierno de Estados Unidos. En un momento en el que las potencias mundiales buscan asegurar el suministro de minerales críticos para la economía, dominado por China, la administración de Donald Trump se ha sentado a la mesa con la República Democrática del Congo (RDC) y la vecina Ruanda, con quienes espera cerrar acuerdos económicos en un par de meses.
El plan de EE UU es pacificar el este de la RDC, una zona rica en minerales donde el conflicto se ha cobrado unos seis millones de vidas en los últimos 30 años, y que la región allane el camino para los inversores norteamericanos. Un plan que suena bien, pero que ha disparado las alertas de expertos y representantes de la sociedad civil dentro y fuera de África, cansados de ver cómo las élites políticas locales y las empresas extranjeras se enriquecen a costa de la población congoleña, que sigue estando entre las más pobres y agraviadas del mundo.
EL PAÍS ha hablado con expertos de referencia en Congo, EE UU y Europa sobre las claves de la negociación; por qué la RDC es un país rico, pero a la cola del índice de desarrollo humano; y qué papel deben desempeñar los diversos actores, incluyendo la Unión Europea, para poner fin a la maldición de los recursos naturales en la región.
En febrero de 2025, el presidente de la RDC, Félix Tshisekedi, escribió una misiva a la administración Trump ofreciendo acceso a materiales clave para los sectores armamentístico y tecnológico de EE UU. A cambio, este debía ayudarles a expulsar el grupo armado M23 del este del país, que prosigue en su avance mortífero para controlar depósitos de minerales críticos.
La ONU y los gobiernos occidentales acusan a Ruanda de apoyar a esta milicia tutsi del vecino Congo con armamento y tropas, y de exportar minerales como oro, tungsteno y tántalo expoliados de la RDC. En este contexto, la administración Trump ha optado por presionar a Kinshasa y a Kigali para que trabajen en un acuerdo de paz. En cuanto esté firmado, prevé sellar acuerdos bilaterales que aseguren el suministro de minerales críticos para EE UU a cambio de inversiones.
Los detalles de estos pactos todavía se desconocen. Sin embargo, un eventual acuerdo entre EE UU y la RDC plantea dudas en cuanto a su capacidad de promover el desarrollo en una región marcada por el saqueo y los abusos desde que Leopoldo II de Bélgica se apropiara del Congo en 1885.
Las autoridades locales ven la RDC como un botín, una mera fuente de materias primas a explotar para su beneficio privado, como en la época de Leopoldo II
Jean Pierre Okenda, director de La Sentinelle des Ressources Naturelles
Alex Kopp, experto de la ONG investigativa Global Witness, teme que estos canjes den a entender que “solo los países que tienen recursos para ofrecer pueden permitirse vivir seguros”. “Es fácil que este tipo de negociaciones rocen la extorsión, porque una de las partes es un país que está siendo atacado y necesita protección de forma inmediata, con lo que existe el riesgo de que acabe pagando un precio exagerado por la misma”, advierte Kopp, vía correo electrónico, que se ha referido al reciente acuerdo sobre minerales entre EE UU y Ucrania, como un “precedente peligroso”.
A su vez, el experto norteamericano Jason Stearns, afiliado a la universidad Simon Fraser y fundador del Congo Research Group de la Universidad de Nueva York, alerta de los peligros de un acuerdo económico con Ruanda. “Si EE UU se involucra con el sector minero en Ruanda —por ejemplo, con empresas que se dedican a procesar minerales— estará invirtiendo en bienes de contrabando”, afirma, en una entrevista telefónica.
Otra cuestión capital que, según Stearns, está en el aire es qué significarán todos estos pactos para el congoleño de a pie.
El cáncer de la corrupciónLa RDC es un país rico, pero su población es pobre. Jean Pierre Okenda, uno de los principales expertos en industrias extractivas y gobernanza, señala que el país viene rigiéndose por un sistema cleptocrático desde la colonización y el posterior régimen dictatorial de Mobutu Sese Seko, que subió al poder con el apoyo de EE UU y Bélgica y saqueó el país durante tres décadas.
“Las autoridades locales ven la RDC como un botín, una mera fuente de materias primas a explotar para su beneficio privado, como en la época de Leopoldo II”, lamenta Okenda, que actualmente dirige la ONG congoleña La Sentinelle des Ressources Naturelles. “La corrupción sistemática e institucionalizada es un auténtico cáncer”, agrega, en una conversación telefónica.
Los acuerdos explotadores a menudo van de la mano con la corrupción y la captura del Estado
Alex Kopp, experto de Global Witness
Los pactos comerciales abusivos, como el acuerdo sobre minerales que la RDC firmó con China en 2008 y que renegoció en 2024, son a menudo una consecuencia de este sistema.“Los acuerdos explotadores a menudo van de la mano con la corrupción y la captura del Estado”, dice Kopp, de Global Witness. “De hecho, los poderes coloniales y neocoloniales han recurrido con frecuencia a autoridades locales que apoyaban sus planes y aceptaban sobornos a cambio de reprimir a quienes pedían que los recursos del país se usaran en beneficio de la población”.
Migajas para el desarrolloOkenda, que acaba de participar en el Foro de la OCDE sobre Cadenas de Suministro de Minerales Responsables celebrado a principios de mayo en París, ha ahondado en la captura de Estado, un tipo de influencia por parte de élites económicas y políticas, en la RDC. Diecisiete años después del llamado “acuerdo del siglo” con China, el país africano sigue sin contar con una estrategia nacional sobre minerales críticos que guíe cómo deben gestionarse.
Según el experto, que participó en la revisión del Código Minero de la RDC en 2018, la mayor parte del presupuesto del país acaba siendo adjudicado al funcionamiento de los gabinetes políticos, y apenas una décima parte del presupuesto nacional anual se destina al programa de desarrollo estrella lanzado por Tshisekedi. Además, se desconocen los salarios de los diputados.
Provincias como Katanga, rica en cobalto y cobre, están exportando minerales en estado prácticamente bruto —o sea, sin valor añadido— por cuestiones como la falta de suministro eléctrico. Esto, pese a que había un acuerdo de ‘minerales a cambio de infraestructuras’ con China y una promesa de industrializar la economía congoleña.
El legado chinoLa Inspección General de Finanzas de la RDC, encargada de auditar las cuentas públicas, concluyó que China ha invertido menos de un 30% de los recursos previstos en 2008 y que se desconoce el paradero de más del 60% de estos fondos. Luego están las exenciones fiscales estipuladas en el acuerdo, que le han costado una fortuna a la RDC.
“El acuerdo entre EE UU y la RDC debería reforzar —en lugar de socavar— la estabilidad de las instituciones democráticas congoleñas, rompiendo con la concepción cleptocrática del Estado que existe desde la colonización”, resume Okenda.
Los países occidentales que aportan casi un tercio de los ingresos de Ruanda deben congelar la ayuda, y la Unión Europea (UE) debe suspender su bochornoso acuerdo sobre materias primas con RuandaAlex Kopp, experto de Global Witness
A su juicio, los norteamericanos deberían pedir reformas profundas contra una corrupción que ha destruido el progreso democrático y económico de la RDC, y apoyar el procesamiento de minerales brutos en suelo congoleño con base en principios de buena gobernanza.
“De otro modo, no habrá ninguna diferencia entre un pacto con EE UU o con China, que se aprovecha de estados frágiles como el nuestro para enriquecerse mientras los congoleños viven en la miseria”, dice el experto.
Lecciones para futuros acuerdosEl gran llamamiento de Okenda a los mandatarios congoleños es que antepongan el bien común a sus propias aspiraciones políticas. El largo plazo, al corto. El beneficio público, al lucro privado.
Una práctica clave, explica, es seleccionar negociadores con los conocimientos técnicos y las capacidades adecuadas, en lugar de regirse por criterios de lealtad política. También, dice, es necesario romper con la cultura de opacidad en la toma de decisiones: los congoleños se enteraron de la oferta inicial de la RDC a EE UU por medios de comunicación extranjeros, por ejemplo. Y, añade, hay que garantizar seguimiento independiente de los acuerdos.
Un reto es que apenas el 19% del territorio de la RDC ha sido objeto de prospección minera, de modo que el país no sabe realmente de qué recursos dispone. Solo se puede prospectar con la inversión multimillonaria del sector privado, lo que a su vez requiere seguridad jurídica y unos incentivos muy bien calibrados para compensar el riesgo de los inversores sin comprometer los intereses a largo plazo de la RDC, como ha ocurrido hasta la fecha.
El papel de Europa y EE UUEn cualquier caso, Stearns, del Congo Research Group, duda que EE UU pueda llegar arrebatarle la dominancia a China, que controla todo el ecosistema de los minerales críticos, desde la extracción, hasta la subcontratación, el transporte, y la transformación.
En cuanto a la escalada de violencia en el este de la RDC, los expertos coinciden en señalar que es necesaria la presión internacional para que Ruanda retire sus tropas del país limítrofe y su apoyo al M23. En paralelo, potencias como la UE y EE.UU. deben evitar la compra de minerales vinculados al conflicto.
Una investigación de Global Witness publicada en abril, por ejemplo, apunta a que una empresa con sede en Luxemburgo compró 280 toneladas de coltán en Ruanda, permitiendo al país exportar —y, por lo tanto, lavar— minerales de contrabando conectados con la guerra en el este de la RDC.
“Los países occidentales que aportan casi un tercio de los ingresos de Ruanda deben congelar la ayuda, y la Unión Europea (UE) debe suspender su bochornoso acuerdo sobre materias primas con Ruanda”, remarca Kopp.
Okenda observa que en la carrera por el acceso a minerales, existe la tentación de hacer la vista gorda ante la corrupción: “¿Si China no sigue buenas prácticas de ningún tipo y está acaparando el mercado, por qué debemos hacerlo nosotros?”. Y concluye: “La verdad es que cada vez somos más los congoleños que estamos hartos de este modelo predatorio. La explotación salvaje de nuestros recursos debe acabar”.
EL PAÍS