‘Crecimos pensando que tenemos que ser fotocopia de otros, y no’: Elena Díaz

Elena tiene 37 años. Casi 38. Su historia pesa. Su vida pesa. Su dignidad pesa. No es la típica modelo, pero es modelo de grandes marcas. También de grandes tallas. Sí, es una joven gorda, orgullosa de quien es y de cómo se ve. Su coraje actual viene de un acumulado de experiencias que en esta entrevista quiere contar. En un mundo lleno de estigmatizaciones, de parámetros autodefinidos en los que la gente se siente obligada a encajar, Elena levanta la voz. Esta es su historia.
Eres modelo, así, con todas las letras. De tallas grandes, eso sí. ¿Cómo te ha ido con eso?Mi nombre es Elena, soy modelo y también soy una mujer gorda y creo que esas dos cualidades son las que nos tienen aquí hablando, José Manuel. Más o menos esto arrancó hace ya casi 10 años, es algo que yo nunca busqué, esto fue algo que yo nunca ni siquiera soñé. Creo que hoy en día muchas niñas crecen soñando con el mundo de la moda o con el mundo del modelaje. Yo no. ¿Por qué? Porque simplemente ni siquiera conseguía ropa de mi talla. Crecí en una ciudad costera, crecí en la ciudad de Santa Marta, donde el mar se volvió mi peor enemigo. A mí me generaba demasiada ansiedad por el simple hecho de ser gorda y usar un vestido de baño.
De pequeña también pesabas más que, quizás, muchas de tus compañeras. ¿Qué te decían? ¿Te molestaban por eso?
Más allá de que la gente me molestara, era yo misma autosaboteándome, ¿sabes? Siento que no era que alguien me dijera gorda, era yo en mi cabeza, yo me saboteaba a mí misma todo el tiempo. Constantemente pensaba que valía menos que cualquiera. Que me tenía que esconder, que no me tenían que ver. Entonces, ir a la playa o comprar un vestido de baño para mí era algo que me daba miedo.
Elena tiene 37 años. Casi 38. Su historia pesa. Su vida pesa. Su dignidad pesa. No es la típica modelo, pero es modelo de grandes marcas. También de grandes tallas. Sí, es una joven gorda, orgullosa de quien es y de cómo se ve. Su coraje actual viene de un acumulado de experiencias que en esta entrevista quiere contar. En un mundo lleno de estigmatizaciones, de parámetros autodefinidos en los que la gente se siente obligada a encajar, Elena levanta la voz. Esta es su historia.
Elena, ¿intentaste, como le suele pasar a casi todo el mundo, bajar de peso?
Claro, obviamente, todo el tiempo. Todo el tiempo intentaba sacrificar muchas cosas por llegar a ser lo que no era.
¿Y cuándo decides que había que superar ese autosaboteo que tú misma me cuentas que te imponías?
Me ayudó el mundo del modelaje. Cuando a mí me hicieron mi primera propuesta, yo fui la primera en pensar en decir que no. Decía: “La gente se va a burlar de mí, la gente se va a reír de mí. Yo qué voy a hacer en una valla de 3 metros de los buses”. Y mi pareja fue la que me dijo: “Dale, atrévete”. Y lo hice, lo hice con miedo. Y de verdad que fue la mejor decisión de mi vida, José Manuel.
Antes era una persona que trabajaba en publicidad. Hoy en día sigo trabajando en publicidad, pero de otra manera. Ver mi imagen en vallas o en revistas o en la televisión, de la manera que soy y no como otros me quieren ver, me hizo darme cuenta de que hago parte de muchos espacios que anteriormente yo pensaba que no existían para mí.
¿Recuerdas algún momento en que alguien te hizo sentir incómoda en tu oficio, en tu trabajo, en tu vida cotidiana, por el hecho de ser gorda y qué hiciste para afrontarlo?
José Manuel, a mí me ha tocado, en verdad, batallar con un gigante de muchas cabezas en esta industria donde a mí personas del medio me han tratado mal. Te voy a contar una, por ejemplo, de mis primeras campañas publicitarias, fue un comercial. En ese entonces me llamaron para prueba de vestuario donde usualmente te dan varias opciones y el director elige la mejor para el personaje. A mí me dieron una sola opción y era un vestido bastante pequeño. Me lo embutí y salí, pero me sentía muy incómoda y así lo manifesté. En ese momento se voltea la asistente de dirección, que hoy en día es una directora muy importante de comerciales y me dice: “Mira, Elena, tú por tu condición no deberías exigir”.
Recuerdo que yo salí de ahí a llorar. A preguntarles a mis amigos cuál es la condición que yo tengo. Estas experiencias me ayudan a entender lo que hago y que parte de eso es recibir este tipo de comentarios, resignificar las cosas y enseñarles a las personas que este mundo es distinto y somos personas distintas y está bien ser distinto.
Elena, ¿con cuáles marcas has trabajado siendo una modelo gorda?
Hoy en día mi mayor aliado es Adidas Originals, que es una de las marcas más grandes del mundo y desde ahí viene el ejemplo. Ellos han dado pie a que el cambio suceda a nivel global, ¿sabes?, y que me tengan a mí como una de sus representantes en Colombia es guau. Ya llevamos casi 4 años trabajando y nos va increíble, gracias a Dios.
Encuentras que estamos rezagados frente a esa realidad mundial que ha aceptado tener modelos gordas o también estamos en esa misma línea global. ¿Cómo lo ves en el mercado nacional?
Te voy a ser muy sincera: yo normalmente trabajo con marcas internacionales. Simplemente por el hecho de que a ellas les importa hablar de esto. Siento que las marcas nacionales aún no están preparadas para esta conversación o no les interesa.
¿Hay otras modelos de tallas grandes a las que admires y sigas en particular aquí en Colombia o en otras partes?
Mira, José, obviamente Ashley Graham fue como una pionera en esto y en verdad para mí ha sido un ejemplo a seguir. En Colombia también tengo muchas, Adriana Convers; ella es Fat Pandora y es una líder de opinión en estos temas. También la admiro demasiado. Yo he tenido la fortuna de enseñarles a muchas chicas este oficio para que no solamente sea yo o para que no solamente seamos unas cuantas. A mí me interesa que esto sea una revolución de muchas personas.
Tu cuento no solo tiene que ver con la moda para mujeres más gordas ni se agota en un tema puramente comercial. Se trata de un asunto de salud mental y emocional. ¿Ese asunto te preocupa entre la gente joven de tu generación y hacia abajo?
Claro que sí, porque yo entiendo también que este mensaje sana y salva vidas y lo entiendo de primera mano porque yo en algún momento también quise quitarme la vida. Por esto. Por sentirme diferente.
¿Te quisiste quitar la vida?
Sí, mira, fue algo que siempre lo pensé. Nunca llegue a ejecutarlo, pero siempre pensaba como: “ah, si yo me voy de aquí, a nadie le importaría”. Y crecí con ese pensamiento. Todo el día, constantemente. Y recibo muchos mensajes de chicas jóvenes que me dicen: “Gracias a ti tengo ganas de seguir adelante. Las había perdido, pero veo que sí hay otro camino, sí hay otra luz”. Quienes me lean y han pasado por ahí sabrán que es un hueco oscuro, profundo en el que uno está metido. Y hasta que no te das cuenta de que en verdad ser diferente es lo mejor que nos ha pasado, no sales de él.
Toda la vida crecimos pensando que tenemos que ser fotocopia de otras personas, y no. Hoy en día, en verdad, disfruto ponerme un vestido de baño, ir a la playa, que me vean, que vean mi seguridad. Porque yo sé que al final del día nadie se va a acordar que vio una gorda en la playa, pero yo sí me voy a acordar qué tan bien me la pasé en mis vacaciones.
Por eso hay que hablar de estos temas en voz alta y por eso hay que hacerlo con gente con la convicción, el entusiasmo y la energía con la que tú estás hablando en esta entrevista. De tantas cosas buenas que has hecho en tu vida, ¿cuál dirías que es tu logro más preciado?
Siento que todos los días recibo esos mensajes que para mí son el motor, día a día, de seguir con esto. Mujeres que me escriben cosas tan simples como un “gracias, por fin siento que valgo la pena, por fin siento que una marca me está hablando a mí”. “Por fin siento que yo también importo”, ¿sabes? O alguien que me diga: “Me atreví a usar mi primera lencería o me compré mi primer vestido de baño de dos piezas porque te vi aquí”. Ese creo que siempre ha sido mi objetivo.
El mensaje no es “ámate”, es “tienes que dejar de odiarte”. Si llegas a amarte, ¡qué bendición!, pero tenemos que dejar de odiarnos por ser diferentes, por no vernos igual que los demás. Entender que la diferencia es la bendición más grande que hemos tenido y, en verdad, nos ha costado darnos cuenta de eso.
¿Con qué sueñas?, ¿en qué te ves en el mediano plazo?
Llenando espacios que pensé que nunca podía llenar. Ser la persona con la que se puedan identificar. Más allá del modelaje. Tal vez la televisión, tal vez la radio, tal vez. No sé. Lo que Dios disponga. Que la gente empiece a identificarse o sentirse normal con las diferencias. Esa es mi meta.
¿Qué le dirías hoy a una niña de 12 años que es gordita o a una jovencita de 17 que probablemente es matoneada por su talla, por su peso?
Que crean en ellas. Que de verdad entiendan que la diferencia es lo que nos hace absolutamente increíbles. Que, si en algún momento las hacen dudar de ellas mismas, busquen ayuda también. Que hablen con las personas. Yo siento que yo me callé muchas cosas en la vida y me hubiera encantado haberlas hablado.
En verdad, no hay nada de malo con ser diferentes, y, si en algún momento lo quieren cambiar, lo pueden hacer. Esto no es una constante. Si tú quieres adelgazar, también puedes hacerlo.
Y te la cambio de ángulo para terminar. ¿Qué le dices a una persona que dice: “Uy, yo les tengo fobia a las gordas, a los homosexuales, a los que son distintos”?
Uf… que ojalá nunca les toque esto con algún familiar cercano. Que ojalá nunca les toque a ellos mismos siquiera. Y entiendo también porque crecimos con ese pensamiento y es muy difícil cambiarlo hoy en día, sobre todo a las generaciones mayores, a nuestras mamás, nuestras tías.
Esos son los comentarios que yo recibo: “Estás a una hamburguesa de que te dé un infarto”. “Vaca”, “qué asco”, pero mi mensaje es que ojalá nos abracemos en la diferencia. Respeto. Solo eso. Respeto.
Pues, Elena, a mí me da mucho gusto haber podido conversar contigo y que seas una de los ‘40 de menos de 40’ y que, a través de tu testimonio, inspires y rompas muros, que es de lo que se trata este paso por esta vida.
Nunca, ni en mis mejores sueños, me hubiera imaginado esto. Muchas gracias.
eltiempo