María José Llergo : «Cuando vuelas en un mundo globalizado es muy fácil que te lleve el viento si no tienes una raíz a la que volver»

Acaba de pasar por Córdoba, por su pueblo, Pozoblanco, y también por Hinojosa del Duque. Hace unos días que actuó en Polonia. Por delante le esperan ciudades como París, Mánchester, Londres, Bruselas o Copenhague. Y Jerez, por supuesto. María José Llergo (Pozoblanco, 1994) sigue con la gira de su disco 'Ultrabelleza' que, antes de llevarla este otoño por el extranjero—por segunda vez—, aún le tiene reservadas algunas noches especiales por España, como la de este 16 de agosto en el Tío Pepe Festival de Jerez de la Frontera.
«Soy súper fan de la Paquera de Jerez», afirma al teléfono María José Llergo, en una entrevista con ABC, días previos antes del concierto. «Tengo un tema que trata de mi propia bisexualidad que se llama 'Un Novix' y la melodía es una bulería de la Paquera. Para mí es tan bonito devolverle a Jerez un ápice de lo muchísimo que el cante de Jerez me aporta. ¡Y de Cádiz también en general! Empezando por Camarón», explica la artista cordobesa sobre esta cita que, para ella, es especial: «Es muchísima la emoción, la responsabilidad de hacerlo bien y estar a la altura. Me emociona poder tener un público bonito ahí y devolverle un poquito de lo muchísimo que a mí me han dado sin ni siquiera saberlo ellos».
-Viene de estar por Córdoba unos días, de la iniciativa que ha llevado a cabo junto a Viento de Pueblo para ayudar a Hipólito, un alfarero de Hinojosa del Duque. ¿Cómo surgió la iniciativa?
-Vi que Viento de Pueblo le hizo un vídeo a Hipólito visibilizando su arte y me encantó tantísimo que lo compartí. En ese vídeo Hipólito decía que tenía un sueño que todavía no había cumplido, que era el de transmitir sus conocimientos a alguien. Porque por cosas de la vida sus familiares no se dedicaron nunca a la alfarería. Y él es el octavo eslabón de su linaje que es alfarero: su padre, su abuelo, su bisabuelo, su tatarabuelo, su tataratatarabuelo, eran todos alfareros. A él le daba mucha pena que la cadena se rompiera en él. Y aunque no pudiera enseñarle el arte de la alfarería a sus hijos, porque tienen otro tipo de trabajos, sí que le gustaría poder enseñarlo a alguien. Entonces dije yo: esto se arregla en un segundo.
Hablé con Juan García de Viento de Pueblo y dije: vamos a organizar una jornada y vamos a buscarle a gente. Abrí una cajita de preguntas en Instagram y empezaron a apuntarse muchísimas personas, pero muchísimas… ¡más de 100! Hicimos una selección, mi idea era que la cantidad fuera menor de diez, para que Hipólito se pudiera sentir en un primer encuentro súper a gusto con las personas que vinieran y conectar de verdad con los aprendices. Puedo decir que ha sido todo un éxito, Hipólito tenía una sonrisa de oreja a oreja. El encuentro ha durado desde el día 3 de agosto hasta el día 10, una semana. Ha venido gente de toda la península ibérica, pero también de Alemania y de Bélgica. Así que estamos muy contentos. Hoy justo se acababa el encuentro y vamos a repetir cuanto antes porque ha sido precioso, la verdad. Al final ha sido un éxito la experiencia.
-Esto ha servido también para dar visibilidad a estos oficios que se están perdiendo, que no es el único, ¿nos hemos acomodado a lo industrializado?
-Con la industrialización, la globalización, el auge del aluminio y del plástico, hay oficios ancestrales y milenarios, como puede ser la alfarería, que se están perdiendo. El uso del barro para hacer figuras que duran siglos es algo incompatible con el hecho de que compremos todo el rato en Amazon productos caducos, hace que no valoremos las cosas hechas a mano. Y digo Amazon, como puedo decir cualquier otra plataforma. El valor que tiene la manufactura de algo tratado artesanalmente es el de algo que también dura toda una vida. Las piezas artesanales se heredan de padre a hijo. Yo tengo cestas de mi abuelo Ángel, de mimbre, figuras de madera que hacía él artesanalmente antes de morir. Pasaron de mi abuelo a mi padre, mi padre me la pasa a mí, y espero pasárselo yo a quien venga detrás de mí.
-En una entrevista con ABC hacía una comparación de su música y la artesanía, decía que sentía una similitud por la forma en la que se enfrenta a ella.
-Es una forma de entender la vida. Es apostar por una visión a largo plazo en vez de a corto plazo. Por eso cuando a mí me hablan tanto de las tendencias, digo: la miro, observo, aprendo de ellas, pero no me monto nunca en una tendencia. También es mi forma de hacerlo. Es mi forma de pensar a largo plazo en vez de a corto plazo.
-Construir la carrera y sus composiciones en las modas y las tendencias hace que todo sea pasajero y que no permee, ¿no?
-Claro, y ni siquiera en mí misma. Es decir, yo lo que quiero dar a la sociedad es un reflejo fiel, puro, lo más transparente posible y que cuando yo me vaya del mundo me sienta en paz porque sé que lo que he dado es sincero. No hacer algo porque ahora está de moda y punto. Es que eso no me llena tampoco.
-Que desaparezcan estos ciertos oficios, ¿es sintomático de que algo va mal? ¿Qué estamos haciendo mal?
-Que no conocemos cuál es nuestra raíz. Entonces es muy fácil que alguien te la quite sin que te des cuenta. Y luego cuando ya he intentado encontrarla ya no está, ya no hay documentos, ya no hay pruebas de que tú vengas de ahí. Es muy fácil volar en un mundo globalizado, pero cuando vuelas es muy fácil que te lleve el viento si no tienes una raíz firme a la que volver. Entonces todos estos oficios artesanales, todos estos legados de nuestros abuelos... realmente son una forma de conectar con lo que verdaderamente somos y a partir de ahí crecer, pero no al revés. Porque es que puede que ya sea tarde cuando quieres asomarte a tu origen y ves que no se ha cuidado. Puede hasta que no encuentres la raíz ya.
-Hablando de raíz, lleva un tiempo viviendo en la sierra de Madrid. ¿Cómo lleva el cambio?
-Es una apuesta sobre todo porque al estar girando no es tan fácil girar desde una zona rural como puede ser mi comarca. Desgraciadamente no estamos tan bien conectados como una gran ciudad. Espero que llegue el punto en el que sí, en el que sí lo estemos y tengamos la posibilidad de ir y volver todo el rato a casa y desde allí construir también carreras como esta. Mira, dentro de lo que cabe yo voy muchísimo a mi tierra. O sea, yo en dos meses he ido cuatro veces. Voy muchísimo y eso es lo que me hace a mí también no perder la cabeza.
-Estar cerca de la raíz, como dijo antes.
-Claro y sobre todo que cuando estoy allí hago cosas que me nutren realmente y que yo siento que son nutritivas también para mi raíz. Porque no es solo que yo me sienta amparada por ella sino que yo intento regarla para que los que vengan detrás encuentren un entorno súper favorable y encuentren evidencia de lo que somos.
-Quienes tenemos la raíz en el pueblo solemos vivir el verano de una forma distinta, y con una gira tan larga y viviendo en Madrid, ¿cómo lo está llevando?
-Busco mis ratitos de pueblo y sobre todo de naturaleza. Eso es lo que más me recarga la pila. Simplemente observar a los animales, cuidar animales, mirar el cielo. Intento tener un equilibrio. Sé que es complicado y que la palabra equilibrio es como una contradicción en sí misma porque una vez que lo alcanzas rápidamente lo pierdes y una vez que lo pierdes sueñas todo el rato con alcanzarlo. Es como una utopía en mi mundo. Pero intento pasar la mayor parte del tiempo en equilibrio. Es decir, para mí no tendría sentido estar en escenarios internacionales si no pudiera disfrutar de mi familia o disfrutar de mis animalillos, de mi burro Manolillo, de mi abuelo. Así que por eso te digo que voy a mi pueblo cuatro veces en dos meses, que eso para mí está muy bien. En los pueblos nos juntamos personas de todas las edades, ya sea en el campo, en una verbena, en un parque, en una terraza de un bar y hablamos de las cosas de forma transversal.
-Que no es tan común en las ciudades.
-Más que nada porque no existen esos hilos familiares que nos conectan a todos. En los pueblos, si tú tienes muchos tomates y el vecino tiene muchas cebollas, pues os dais un poquito de cada y ya todo el mundo tiene de todo. En los pueblos lo que manda es el hambre. Estás abajo en el patio con tus amigos, como yo pasaba día y día y día con mis amigos en el patio de mi casa y yo volvía a casa porque tenía hambre o porque se había hecho de noche. O de repente estabas en el campo jugando con los primos en la piscina, pasándolo súper bien y sonaba la voz de tu madre atravesando el espacio-tiempo: María José, ¡a comer! Y tú: bueno, adiós, me tengo que ir [ríe]. Y te vas.
-El reloj no existe.
-Existe otro tipo de reloj. El reloj biológico, de tener hambre o sueño. El reloj del corazón, de querer ver a tu abuelo que ya viene andando hasta el campo y le vas a dar un vasito de gazpacho antes de que se ponga a arar la tierra. El reloj del cielo, que se hace de noche y ya tienes que irte a casita a dormir. O incluso a casita a mirar las estrellas con tus padres. Eso diría que incluso permea en tus composiciones que hablan mucho de naturaleza, incluso de espiritualidad, de pausa.
-Esa mirada hacia el mundo, ¿la hemos perdido?
-No lo sé. Me da pena pensar que la hayamos perdido, porque es muy valiosa. Espero que no se pierda. Es decir, quien no conoce a Dios, a cualquier santo le reza. Y es que cuando tú miras el cielo estrellado de, por ejemplo, mi comarca de Los Pedroches, y luego te vas al cielo desestrellado de, por ejemplo, de una gran ciudad como es Madrid, pues te das cuenta de la humildad también, de la grandeza de lo simple. Que hay que despejar el cielo de nubarrones y de contaminación para que brillen pequeños diamantes todos los días por la noche.
-Siguiendo la metáfora de la naturaleza, está teniendo todavía una gira muy larga con 'Ultrabelleza', se podría decir incluso que ha sido un tiempo de siembra. ¿Qué es lo que espera recoger? Quizás con el próximo disco.
-Esto es muy atípico. Es decir, vivir dos años girando de un disco hoy en día… Creo que estoy recogiendo algo muy bonito, que es un proceso creativo que tuve con 'Ultrabelleza', bastante exigente por mi parte y buscando la experimentación continua, así que estoy contenta, porque siento que lo que sembré con mucho amor al final da un fruto duradero. Y eso le da mucho sentido también a mi forma de pensar. Porque no tendría sentido pensar así si luego a la hora de recoger los frutos fuera un resultado distinto.
-Le hace sentirse en el buen camino, de tener razón con las decisiones tomadas.
-Siento que tiene sentido. No sé si es cuestión de razón o no, porque nunca me gusta tenerla. Es una carga muy grande. Pero siento que sí tiene sentido pensar así a largo plazo y que tanto como artista como persona es lo que quiero. También en mis relaciones personales busco siempre el largo plazo. Es importante eso. Cuidar el mimo, la entrega, pensamientos y sentimientos puros. Pues lo mismo con mi música, exactamente lo mismo. Y da buenos resultados. O sea, un vínculo estable, un vínculo duradero, un vínculo bonito de verdad. Un vínculo cuidado.
-El cuerpo se acostumbra muy rápido a lo fácil, a lo de usar y tirar.
-Eso te enferma. Eso te quita lo poco de humano que tengamos, te lo quita. Y la poca salud te la quita y la poca alegría te la quita. O sea, cuando algo nutre, nutre a largo plazo. No a corto plazo, entonces no te está nutriendo, te está dando algo para luego quitarte el triple.
-Ha mencionado antes el proceso creativo de su anterior disco. ¿Cómo está siendo este? Porque ya está trabajando en el tercero.
-Pues el proceso creativo de este disco está siendo precioso y súper divertido. Ya entenderás por qué [ríe]. No puedo decirte muchas cosas, solo que estoy disfrutando más que nunca, la verdad.
-Después del verano llega la gira internacional. ¿Qué es lo más gratificante de este tipo de escenarios en el extranjero? Y por contra, ¿qué es lo que encuentra más difícil?
-Estoy bastante agradecida en general. Porque en todos los países en los que he estado he encontrado más público del que esperaba. Y luego, por ejemplo, yo nunca había cantado en Polonia. Y la semana pasada tuve un concierto en Polonia y me lo pasé súper bien, de verdad. Estábamos en un festival, en el OK Festival y eran todos grupos de post-punk, punk, heavy metal, rock psicodélico. Este tipo de música, ¿sabes? Y yo digo, ¡guau! ¡Qué miedo! O sea, justo detrás de mí, en el mismo escenario que yo, justo al acabar mi concierto, tocaba Fontaines D.C. que es uno de mis grupos favoritos. Pero claro, hace una música diametralmente opuesta a la que yo hago. Y yo estaba asustada. De hecho, le decía a mi equipo, no sé, ¿me entenderán? ¿Les gustará? ¿Conectarán?
-Pero sí que disfrutaron.
-Si vieras a la gente… ¡estaban disfrutando! Estaban conectando. Yo chapurreaba mi inglés. Algunas palabras en polaco también. Era un público súper receptivo, súper melómano, súper divertido. Una de las experiencias más bonitas que he tenido con este disco, por eso no subestimemos el poder de la música. Porque es todopoderosa y es un puente entre seres humanos. Nos hace unirnos y nos rinde ante la belleza. Así que yo estoy tan agradecida y tan feliz. Y estoy también descubriendo que muchas veces los límites me los pongo yo solilla. Porque la música de por sí ya me abre al mundo. Entonces no tengo que tener miedo, tengo que tener amor.
-¿Logró hablar con ellos, con Fontaines D. C.?
-¡Qué va! Yo los vi a ellos un poquito y coincidí con su backliner, que estaba junto al mío. Y me hizo mucha ilusión. Es que los vi ya en el escenario. También te digo, yo soy una persona que soy súper tímida. De hecho, fui hace poquito a ver a Julieta Venegas y yo estaba súper tímida. No quiero molestar, no quiero molestar. Y Julieta: ¡hombre María José, ven aquí! Y yo, ¿pero me conoces?, pero qué fuerte [ríe]. Yo soy súper tímida. Y como que respeto tanto a la gente que admiro que casi nunca me acerco ni pido fotos ni pido nada de nada. Simplemente disfruto de su presencia y de su esencia. Y es raro que a mí me vean echando una foto con alguien que admiro. Más que nada porque me da mucho respeto. Y timidez. Y también en esos momentos desconecto del teléfono. Yo echo fotos con mis ojos, así me lo quedo para siempre. Luego siempre llega alguien que dice, ¡venga, échale una foto! Y al final cae la foto. Pero lo de vivir aquí y ahora lo llevo a rajatabla porque es lo único que tengo. El presente.

-Ha dicho antes que lo que hacéis Fontaines D. C. y usted es diametralmente opuesto, pero compartís dos cosas importantes: la raíz y el compromiso.
-Me parece un piropazo. Creo que un artista tiene que ser comprometido. Tenemos un altavoz muy grande y tenemos que decir cosas que importan.
-Hay cierta controversia con artistas que no se posicionan, que no usan su altavoz... Ese altavoz no deja de ser una responsabilidad. ¿Por qué cree que ocurre?
-Porque hay intereses por encima. Y muchas veces nos condicionan. Nosotros tenemos cláusulas en los contratos que firmamos con muchísimos meses de antelación. Y muchas veces te das cuenta que de repente un festival es financiado por un fondo. Y tú te enteras dos días antes de esa actuación y tienes un equipo moviéndose que ya está en el sitio y un contrato que no puedes romper, porque encima si tú lo incumples te cae a ti una sanción de la leche. Mi libertad está también firmada por contrato en cuanto a mi discográfica. Vivimos en un sistema capitalista donde hay un libre comercio que muchas veces es más libre el comercio que las personas. Por eso tampoco me gusta juzgar a ningún artista en cuanto a las acciones que hace o deja de hacer. Suelo centrarme más en la música y cuando hay algo que me gusta, me apasiona, lo comparto, lo escucho, lo aprendo también. Pero es que vivimos en un sistema capitalista donde no todo es lo que parece. No hay que juzgar.
-En su caso, sí se posiciona.
-Yo soy una afortunada porque me posiciono y me posiciono. Y puedo tener un equilibrio entre mi persona y mi artista. Y nadie me va a decir qué pensar. Voy a hacer canciones sobre el Mediterráneo y la gente que pierde la vida cruzándolo en pleno 2025, cosa que me parece totalmente un delirio. No podemos llamarnos países desarrollados si ocurren estas atrocidades. Para mí es inconcebible. Una injusticia social que me duele de veras. Entonces hago canciones sobre ello. Pero entiendo que no todo el mundo tiene la libertad o las ganas de recibir odio. Porque también cuando te posicionas recibes odio y prefieres centrarte en la música porque al final somos artistas y hacemos música. Yo no lo puedo evitar, sinceramente. Me duele ver el mal, aunque yo no lo haga, pero es que me duele. Si me lo callo se me clava dentro.
-Al final ese altavoz de la música sí que sirve también para que lleguen esos mensajes. Recogiendo lo que dijo: es un puente entre humanos.
-Me gustó muchísimo algo que ocurrió en Sevilla: había una bandera palestina ondeando en el público del Interestelar. Se la pedí amablemente a los fans que la tenían. Y la bandera ondeó en el pie de micro todo el concierto. Hay muchas formas de mostrar solidaridad. Mostrar y demostrar. Y hay mucha gente que ayuda. Para mí hay una solidaridad material y otra que es más ideológica o espiritual o de corazón. Se puede ayudar de muchas formas. Hay gente que puede ayudar de forma material, pero también posicionarse, hablar, compartir, sentir solidaridad. Y compartirlo de una forma emocional también nutre mucho y ayuda.
-Ayudar a que no perdamos la humanidad.
-Sí, totalmente. Porque si no es que estamos muertos. Si nos quitan nuestra humanidad, entonces ¿qué somos? ¿Objetos? Todo el rato al servicio del mercado, del capital. No lo veo.
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