Tras MacIntyre

El 21 de mayo murió, a los 96 años, el filósofo Alisdair MacIntyre. A MacIntyre, se lo conoce sobre todo como autor de Tras la virtud (1981), que fue considerado uno de los libros de ética más importantes del último cuarto del siglo pasado. Fue una obra muy influyente, que, a pesar de sus reticencias, circuló como un manifiesto del comunitarismo, que es el nombre que suele recibir la tendencia irrefrenable a criticar el liberalismo como una teoría funesta que desarraiga la reflexión ética y política de las tradiciones culturales comunitarias.
Estatua de Aristóteles
Getty Images/iStockphotoPero lo que singularizaba sobre todo Tras la virtud era su defensa del retorno a la ética de las virtudes de Aristóteles pensada como un sistema que integraba la moralidad en unos relatos compartidos que daban sentido a las acciones humanas.
De Aristóteles a Tomás de Aquino puede haber un paso cuando se anda en determinada dirección. MacIntyre, que en 1983 se convirtió al catolicismo, no tardó a darlo y fue uno de los puntales del resurgimiento del tomismo. Desde hace unos años y particularmente en los EE.UU., donde MacIntyre, nacido en Glasgow, vivía desde 1969, santo Tomás, a quien el papa León XIII, de que tanto se hablaba hace unas semanas, consagró como maitre à penser de la Iglesia en la encíclica Aeterni patris (1879), vuelve a tener un gran predicamento. La historia da muchas vueltas y el discurso sobre las raíces cristianas llevaba la Suma teológica en la cartera.
‘Tras la virtud’, uno de los libros de ética más importantes del último cuarto de sigloPara comprender la acción que quería llevar a cabo con Tras la virtud, no puede omitirse que MacIntyre presentaba la consigna de volver a Aristóteles como una alternativa al proyecto moderno iniciado con la Ilustración, que, según su diagnóstico, había acabado colapsando.
El libro terminaba con una descripción del presente de hace cuarenta años como una época comparable a la del imperio romano decadente, que se adentraba en una época oscura, pero en que, a diferencia de entonces, los bárbaros no estaban allende la frontera, sino en los gobiernos.
Su última frase hizo fortuna: “No estamos esperando a Godot, sino a alguien muy diferente, a san Benito”. Como en esos años solían recordar el papa Juan Pablo II y el cardenal Ratzinger, Benito de Nursia era quién había plantado las raíces de la civilización occidental. Y el proyecto era movilizar unas élites creativas que las recuperaran.
Operación Benedicto, el famoso libro de Rod Dreher, tiraba, remitiendo a MacIntyre, de este hilo. Pese a que nunca los reconociera como herederos, el autor de Tras la virtud se convirtió en un referente del ultraconservadorismo cristiano posliberal, que, por boca de JD Vance, Patrick Deneen, Adrian Vermeule o el propio Dreher, suele hablar en tomista del bien común.
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