Entre el café y el surrealismo: la obra gráfica de Carlos Carmona

Casi todas las tardes, Carlos Carmona sale de su casa en el barrio de Almagro y camina unas pocas cuadras hasta la confitería Las Violetas. No tiene una mesa favorita pero en lo posible elige ubicarse en algún sector que le permita apreciar los vitrales curvos del alero principal, sobre la puerta de la esquina de Rivadavia y Medrano. Pide un café apenas cortado, quizás alguna medialuna. Los mozos ya lo conocen. Luego saca de su morral un block de hojas de dibujo y un Rotring de tinta negra. Antes de comenzar a dibujar, mira a su alrededor como si fuera la primera vez que visita el lugar.
El trazo ágil de su boceto no pasará por alto ningún detalle: los gestos de los clientes conversando, alguien que lee un diario, el andar de los mozos con sus bandejas, la cadencia de las formas de las mesas y las sillas, cada uno de los ornamentos decorativos de la tradicional cafetería. Las líneas rectas de las columnas y de los frisos del techo marcan el ritmo de una composición vibrante, elaborada con rapidez y precisión, en la que todo parece estar en movimiento. Y que, más allá de la inspirada instantánea costumbrista, lo que transmite es la emoción y el placer del artista por la propia acción de dibujar.
Las Violetas. Tinta sobre papel. 800x600
Sin embargo, para Carmona esto es sólo el comienzo. Apenas un punto de partida para retomar más tarde en la tranquilidad de su estudio. Así que empieza todo de cero: vuelve a tomar una hoja en blanco, esta vez de mayor gramaje; deja de lado el estilógrafo y se pasa a la pluma. Con una destreza técnica tan elaborada como meticulosa –que implica incluso la ayuda de una lupa–, punto por punto va reconstruyendo las líneas de las formas apuntadas en sus visitas a Las Violetas. Y entonces las columnas y los frisos de la confitería pasan a ser el escenario de episodios fantásticos, a veces festivos, casi siempre tenebrosos. Hay buques fantasma y extraños animales articulados sobrevolando las mesas, hay cabezas flotantes, estrellas, soles, maniquíes, esqueletos y mujeres desnudas, también hay citas y homenajes a la historia del arte. Una atmósfera surreal, imaginada en alegres sueños o inquietantes pesadillas, pero que siempre evoca un entorno urbano indudablemente porteño.
Todo el repertorio poético y técnico de este referente de la gráfica argentina se despliega ahora en las salas de Central Newbery. Con curaduría de la investigadora Soledad Obeid, esta exposición antológica presenta una selección de más de 60 piezas que incluye desde los primeros trabajos “serios” de Carmona en los años ochenta hasta sus creaciones más recientes, algunas de ellas realizadas en los últimos meses, a punto de cumplir 80 años. Una larga trayectoria de un artista que desde sus inicios eligió dar su batalla desde el muchas veces marginado el campo del dibujo, que explora con soltura en diferentes técnicas y formatos.
Carlos Carmona
En la galería de Chacarita, el impacto inicial lo provocan dos obras de gran tamaño trabajadas en carbón sobre madera, fechadas poco tiempo después de uno de sus primeros reconocimientos importantes, en el Salón Belgrano de 1984. Por esos años Carmona y su compañera Liliana Trotta frecuentaban el taller de Aída Carballo –también ubicado en Almagro–, a quien consideraban su gran maestra.
La influencia del estilo urbano entre metafísico y melancólico de la grabadora es reconocible en estas piezas, de un expresionismo mucho más crudo. Tanto “En la calle” como “Crucifixión” presentan situaciones decididamente siniestras, a tono con el clima de terror de la época, con seres oscuros de traje y ancianas huesudas que rodean cuerpos de mujeres congeladas por el espanto. De esta misma etapa también pueden verse escenas de interiores algo asfixiantes, protagonizadas por figuras que tratan de mantener el equilibrio sobre un piso de baldosas simétricas y dameros que recuerdan las terrazas de Spilimbergo.
Carlos Carmona
Bastante más alegres son en cambio las series de Caminantes, iniciadas en los años noventa, como la obra con la que obtuvo el Gran Premio de Honor en el Salón de Dibujo y Grabado de 1992. Para entonces los espacios opresivos comienzan a abrirse y dan paso al desfile de los pintorescos personajes carmoneanos, ya liberados por las calles, con parejas de amantes tomadas de la mano o paseando en cochecitos y colectivos retro, en una ciudad amorosa y detalladamente recreada. En algunos casos, la composición despejada funciona como una deliberada invitación al espectador a sumarse a la procesión.
Boletos. 2009. Tinta sobre boletos de subte.
Además de estos trabajos de mediano y gran formato, sobre madera o papel, la pericia técnica de Carmona también se luce en la pequeñísima escala de los cartones de pasajes de subterráneo (conocidos como Subtepass), sobre los cuales el artista comenzó a dibujar a partir de los años 2000. Desde entonces, calcula, lleva hechos unos 1500 retratos sobre estos boletos, varios de ellos con la fecha de su viaje impresa, que incorpora como parte de la composición en tinta. En estas miniaturas vuelven a mezclarse las caras anónimas de la calle, las representaciones imaginadas y las referencias a la historia del arte, desde Leonardo hasta Picasso. Vale la pena tomarse un tiempo y detenerse a apreciar cada detalle.
- Carlos Carmona. Antología
- Lugar: Central Newbery, Jorge Newbery 3599
- Horario: lun a sáb de 9 a 20
- Fecha: hasta el 11 de junio
- Entrada: gratuita.
Clarin