Los humanos tardan más del doble en curar sus heridas que el resto de los mamíferos


En el mundo natural hay una regla no escrita: los seres vivos deben sanar rápido sus heridas si pretenden sobrevivir. Aquí se abre un abanico inmenso de capacidades evolutivas que ayudan a animales, plantas y hongos a cumplir con esa condición. Existen mecanismos únicos, como el del ajolote mexicano, un anfibio que es capaz de, en cuestión de semanas, regenerar extremidades completas —huesos, músculos, nervios— luego de perderlas. También está el sauce, un árbol que es experto en aislar sus heridas y crecer con rapidez y fuerza sobre ellas como si nunca hubieran estado ahí. Pero con los humanos la cosa es distinta. De hecho, son bastante lentos en esto de la sanación. Un nuevo estudio publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B encontró que las heridas humanas tardan más del doble en curarse que las de cualquier otro mamífero.
Los investigadores compararon las tasas de cicatrización de humanos, chimpancés, monos y ratones y concluyeron que la curación lenta no es una característica general de los mamíferos, sino algo específico de los humanos.
Michel Raymond, del Instituto de Ciencias Evolutivas de la Universidad de Montpellier, es uno de los científicos que firma la publicación y reconstruye el camino del experimento que, aseguran en la revista, estuvo regido por los protocolos éticos tradicionales de trabajo con animales vivos. Lo primero, entonces, fue reclutar a 24 pacientes del Hospital Universitario de Ryukyus (Japón) a quienes les habían extirpado tumores en la piel en intervenciones recientes. Luego identificaron a cinco chimpancés cautivos en el Santuario de Kumamoto de la Universidad de Kioto, que resultaron heridos por riñas entre ellos. Y se fueron a buscar el resto de los primates que se analizaron en el estudio —babuinos oliva, mono de Sykes y monos verdes— al Instituto de Investigación de Primates de Kenia (África). Allí los anestesiaron y los hirieron quirúrgicamente con cortes circulares controlados de 40 milímetros de diámetro para, luego, monitorear su recuperación. Lo mismo hicieron con ratones y ratas en un laboratorio.
Cada dos días, los científicos tomaron una fotografía de todas las heridas, las compararon a lo largo del tiempo, y encontraron que en los mamíferos no humanos, la cicatrización ocurría a un ritmo de 0,61 milímetros por día. Mientras que en los pacientes humanos, los cortes se curaban a una velocidad aproximada de 0,25 milímetros cada 24 horas.
“Esta diferencia ya se sospechaba, pero no se había medido formalmente ni se había comparado sistemáticamente con la de otros primates, en particular nuestros parientes más cercanos, como los chimpancés”, apunta Raymond. Y añade que, por eso, “los resultados obtenidos fueron algo inesperados”.
La pregunta que surge ahora es ¿por qué? Por qué los seres humanos evolucionaron para curarse más lento, considerando que la cicatrización tardía pudo, hace cientos de miles de años, dificultar el acceso a los alimentos, reducir la capacidad de evadir depredadores y causar un gasto energético mayor para los primeros humanos. La respuesta sigue sin estar clara, pero hay algunas hipótesis que apunta a que la responsable es la piel: lampiña y sudorosa.
Folículos, sudor y células madreHubo un punto en la historia evolutiva en el que los humanos perdieron esa capa gruesa y abundante de pelo que recubre al resto de los primates no humanos. El tema suele generar debate, pero algunos científicos creen que cuando los antepasados del humano moderno salieron a recorrer la sabana africana en busca de alimentos, el pelo comenzó a ser un problema para resistir largos períodos de tiempo bajo el Sol. Con los años, el sudor pasó a ser un sistema de enfriamiento corporal más efectivo y el pelaje fue reemplazado. Pero las células madre alojadas en las glándulas sudoríparas son menos eficientes para curar heridas que aquellas que se encuentran en los folículos pilosos, desde donde crece el pelo.
A diferencia de los humanos, las especies de animales peludos que participaron del estudio están cubiertos de folículos, cuyas células madre se configuran rápidamente para cerrar heridas cutáneas en el menor tiempo posible. El Homo sapiens perdió muchos de esos folículos y los remplazó, en cambio, por glándulas sudoríparas, que son muy buenas para mantener toda la maquinaria cerebral fría, pero no demasiado para cicatrizar luego de una lastimadura.
“Es difícil imaginar cómo una tasa de curación lenta podría haberse visto directamente favorecida por la selección natural, ya que no existe una ventaja adaptativa clara”, señala Raymond. Una explicación admisible es que se trate de un subproducto de una selección indirecta. ¿Qué quiere decir esto? Que los beneficios de intercambiar cabello por sudor fueron mayores que los costes y por eso el rasgo se impuso.
Lo que los investigadores sugieren en su artículo es que el apoyo social dentro de las primeras comunidades humanas, la socialización de los alimentos y el surgimiento de métodos primitivos para tratar las heridas con plantas medicinales pueden haber ayudado a los lastimados a sobrevivir y compensar esa aparente desventaja evolutiva.
EL PAÍS