“Un instituto europeo de desarrollo antimicrobiano fomentaría la colaboración y aceleraría el descubrimiento”

La resistencia a los antibióticos es una amenaza silenciosa y creciente. Es responsable de más de 1,27 millones de muertes al año en todo el mundo (en 2019), superando el número de víctimas del VIH o la malaria. Para 2050, se prevén 39 millones de muertes adicionales y se prevé que los costes sanitarios alcancen el billón de dólares anuales [aproximadamente 866 000 millones de euros] . Esta crisis está poniendo en peligro todo el espectro de la medicina moderna, desde la cirugía hasta la quimioterapia.
Sin embargo, a pesar de esta urgencia, ninguna nueva clase de antibióticos ha llegado al mercado en cincuenta años. Esta paradoja no se debe a la falta de descubrimientos científicos prometedores, sino a un modelo económico inherentemente desfavorable.
Desde la retirada de los principales grupos farmacéuticos de este campo, los investigadores universitarios han identificado vías innovadoras y se están creando startups para transformarlas en medicamentos. Sin embargo, estas pequeñas organizaciones se enfrentan a obstáculos colosales. En primer lugar, el coste de la experiencia multidisciplinar. Desarrollar un fármaco requiere diversas habilidades (química, farmacología, toxicología, etc.) que una startup no puede internalizar. En segundo lugar, la dificultad para obtener financiación. Los millones necesarios para los ensayos clínicos son difíciles de recaudar. Los inversores desconfían de los antibióticos. Se recetan por periodos cortos y buscan una cura permanente, lo que limita su potencial de ventas. Además, las autoridades podrían restringir su uso para preservarlos durante una pandemia, lo que dificultaría aún más su comercialización.
Este modelo de "ventas por volumen" no es adecuado para los antibióticos. Existen soluciones posteriores, conocidas como "pull", como las recompensas por entrada al mercado o los modelos de suscripción. El Modelo de Suscripción de Productos Antimicrobianos, implementado por el sistema público de salud británico para remunerar a los laboratorios no en función del volumen de antibióticos vendidos, sino con una cantidad fija, es un ejemplo. Sin embargo, la implementación global de estos mecanismos es lenta y no atrae suficientes inversores.
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