Mi viaje a la cabeza y los pensamientos de Conte


Manejar
El periódico deportivo
Del encuentro entre Mauro Berruto y Antonio Conte surge un libro que explora la visión integral e inspiradora del coaching. Un diálogo entre método, esfuerzo y liderazgo, que culmina simbólicamente con el Scudetto ganado por el Nápoles.
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Conocí personalmente a Antonio Conte hace poco más de un año, en la primavera de 2024. Tenemos la misma edad, vivimos en Turín, hemos sido (él, como es bien sabido, sigue siéndolo) entrenadores de clubes, pero también comisarios técnicos de la selección italiana en deportes de equipo con difusión global como el fútbol y el voleibol. Antonio todavía era entrenador "libre" por aquel entonces; la opción del Nápoles apenas empezaba a vislumbrarse. Tantas similitudes, y una gran diferencia: él también fue un gran atleta que lo ganó todo; yo no, en absoluto. Pasamos mucho tiempo hablando de esto, razonando sobre ventajas y desventajas: "No haber jugado te permite empujar a tus atletas a superar sus límites, porque no los conoces, pero por la misma razón el riesgo es que pierdan el ritmo" , me dijo. "Sí —respondí—, hay un riesgo y un precio que pagar, pero también la ventaja de actuar sin ningún tipo de condicionamiento". Así comenzaron nuestras charlas, frente a su curiosidad por intentar comprender cuán aceptable era, para mí, la idea de no entrenar durante mucho tiempo (hace diez años que me dedico a algo completamente diferente) y mi admiración al reconocer su interpretación del trabajo de forma abarcadora, absoluta, devota.
Esta es la génesis de Antonio Conte con Mauro Berruto, Dare tutto, domanda tutto (Mondadori, 2025), no estrictamente un libro de fútbol, sino un diálogo y una reflexión profunda (en tiempos insospechados) de Antonio Conte, el entrenador que por enésima vez ha demostrado la capacidad de tener un impacto sensacional en los equipos que lo llaman para dirigirlos. “Tiempos insospechados” porque el libro nació de aquellas charlas de hace un año, en la serenidad del hogar de Antonio, en su estudio donde el paño de un Subbuteo con dos equipos alineados siempre está abierto, a medio camino entre un recordatorio y un simulador de experiencias. “Tiempos insospechados” porque terminamos este trabajo dos meses antes del final del campeonato, en un momento en el que nadie podía saber cómo terminaría, y que, como sucede cuando las buenas energías se alinean, salió cuatro días después de la victoria del Scudetto . Es agradable, para mí también, releerlo y encontrar cosas que resultaron decisivas en su trayectoria triunfal con el Nápoles: redescubrir las prioridades, ver cómo los conceptos expresados en el papel se transforman con tanta eficacia en el campo. Entre las muchas sugerencias, resumiré algunas, empezando por la diferencia entre "ser" entrenador y "hacer" de entrenador, quizás la seña de identidad más explícita de Antonio Conte. Su profesión coincide con su vida; ese verbo "ser" transmite la idea de un hombre incondicionalmente entregado a la causa y que tiene, entre muchos, un valor absoluto: ejemplar. Precisamente ese deseo de ser un "ejemplo vivo" es garantía de credibilidad, coherencia, solidez y es el ingrediente necesario para lograr lo que evoca el título: antes de "pedirlo todo", hay que "darlo todo".
Las partes inicial y final del libro presentan un enfoque dialógico, mientras que los tres capítulos centrales resumen las reflexiones de Conte sobre el arte del coaching. Atención: no espere un manual, sino una serie de principios que guíen las acciones de quienes están llamados a construir equipos y orientarlos hacia un objetivo, ya sea un campo deportivo, una empresa, una escuela, un hospital o una comunidad. Tres etapas, igualmente importantes, pero que se suceden en una secuencia cronológica precisa: «inspirar, trabajar, medir». Un coach debe, ante todo, saber inspirar, imaginar un mundo que en ese momento nadie ve todavía y crear las condiciones para que otras personas quieran pertenecer a ese mundo. Es un ejercicio que precede a las habilidades técnicas y tácticas, competencias específicas, similar a lo que hacen los guionistas al definir el mundo narrativo de una novela o una película. Es una parte del trabajo que podríamos definir como «visionario», pero esencial como el inicio de un proyecto. Llega entonces el momento quizás más querido por Antonio Conte: el del trabajo cotidiano, del “trabajo, trabajo, trabajo”, como dijo en la rueda de prensa de presentación en Chelsea en 2016, cuando un periodista del New York Times calculó que Conte utilizó la palabra “trabajo”, o una derivación de ella, 32 veces en menos de una hora.
Todo este trabajo, este sudor, este recordar que no hay atajos, esta maravillosa (y tan necesaria, hoy en día) apología del cansancio cobra sentido cuando entra en juego la fase tres: la “medida”, o el paso vinculado a la capacidad de obtener feedback concreto, evaluaciones objetivas que no se dobleguen a interpretaciones demasiado personales, hecho que hace de Antonio Conte un coach extremadamente moderno, curioso, capaz de experimentar, hiperatento a las novedades y al uso de la tecnología.
En las páginas de este libro, emerge una interpretación romántica y visionaria del rol, junto con una concreción absoluta, de altas exigencias, pero siempre objetivable. Todo ello mezclado con un concepto claro que impregna todas las experiencias de Conte, tanto como atleta como entrenador: un odio genuino a la derrota, una sensación física de dolor que te impulsa a hacer todo lo posible para no volver a perder. Las últimas líneas de «Darlo todo, pedirlo todo» suenan a presagio: escritas, de hecho, hace meses, se refieren precisamente al momento en que se alcanza el objetivo y quizás uno se olvida de celebrarlo como es debido. Pensar en ese reciente tsunami de felicidad, en las más de 350 mil personas que abarrotaron el paseo marítimo de Nápoles para saludar a los campeones italianos, te hace leer la última página con otros ojos: «Si no recuerdas celebrarlos, algunos de esos momentos irrepetibles se convierten en arrepentimiento. A todos mis colegas, entrenadores, sea cual sea el campo de juego y el campeonato en el que compitan sus equipos, hoy les digo: ¡celebren el logro de su objetivo! Amo mi profesión y aún tengo un enorme deseo de ganar. De lo que estoy seguro es de que, cuando suceda, no olvidaré celebrar cada momento, cada matiz, cada detalle. Y luego volver a empezar». Volver a empezar, siempre subiendo el listón: primero el tuyo y luego el de los demás.
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