Con 40 años de trayectoria, Dolores Heredia elige contar solo lo que importa

En el marco de la edición 40 del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG), Dolores Heredia fue reconocida con el Mayahuel de Plata, un galardón que celebra su trayectoria de más de cuatro décadas en el cine, el teatro y la televisión. Serenamente, con palabras pausadas pero cargadas de convicción, la actriz compartió con EL INFORMADOR su visión sobre el oficio actoral, las decisiones éticas que lo atraviesan y los vínculos profundos entre las historias que interpreta y su propia vida.
“No ha cambiado mucho mi manera de abordar los personajes”, afirma, con la certeza de quien ha vivido intensamente su profesión. “Pienso en la historia. Pienso que tiene que ser una historia que me toque y me cuente a mí, como si fuera un cuento que tú me vas a contar y que yo quiero que me lo vuelvas a contar, como cuando estábamos chiquitos, esas historias míticas que te van a ayudar a sostenerte toda la vida. Sigo buscando eso”.
Heredia, conocida por encarnar mujeres complejas, emocionalmente intensas y con profundas raíces sociales, ha elegido sus papeles con un criterio que no sólo obedece a lo artístico, sino también a lo humano y lo personal. “Cada película y cada proyecto está insertado en tu propia vida. Desde las cosas más elementales… Si tú sabes que el personaje va a estar lleno de sangre todo el día, y tengo que llevar a mi hija al set de grabación, no sé si quiero que pase eso”, reflexiona.
Esa conciencia vital se ha traducido en decisiones firmes. “He tenido que decir que no a proyectos en donde no creo que hablar, por decir un tema, de canibalismo, crueldad extrema o narcotráfico, sea algo que en ese momento yo quiera conta. Llegó un momento donde decidí que no quería hacer ninguna historia que tenga que ver con el narco. Cero. No voy a colaborarles en nada. He sido muy tajante y lo sigo haciendo”.
A pesar de los reconocimientos, Heredia no se aferra a su rol como actriz. Durante la ceremonia de entrega del Mayahuel de Plata bromeó con que ya sólo le quedarían “unos 20 años” más como actriz. Pero lo cierto es que ya se proyecta más allá del escenario y la cámara.
“Tengo muchas pasiones en la vida. Una de ellas es estar en la naturaleza, ver el amanecer, ver el atardecer. Tengo un terreno frente al mar en una zona del mundo espectacular… Ver el cielo, vivir en la naturaleza, se me antoja mucho. Me encanta sembrar, me encanta cultivar. Quiero leer muchísimo, quiero saber muchas otras cosas. Entonces, ser actriz todo el tiempo no. Nunca me he imaginado así, nunca he sido solo actriz”.
Con la experiencia que le dan más 40 años en el cine mexicano, Heredia también reflexiona sobre los desafíos estructurales que enfrenta la industria. Desde su perspectiva, es urgente revisar y reconstruir los cimientos del sistema cinematográfico nacional.
“No es una respuesta fácil… Se tendría que hacer un foro para hablar de esas cosas. No se puede resumir, no quiero hacer una respuesta simplista. Es complicado, hay muchas aristas allí”, señala con seriedad. “Se necesita una nueva ley de cine, y se tiene que hacer de la mano de la comunidad cinematográfica. Eso es vital. Tiene que haber más salas, cinetecas en todos los estados del país. No puede ser que solamente en la Ciudad de México haya tres cinetecas”.
Además, subraya que debe impulsarse una cultura que reconozca a los guionistas como autores. “Tiene que haber gente más interesada en escribir guiones, en sentirse autor con vida larga como autor”, concluye la actriz.
Heredia habla con la serenidad de quien ha recorrido un largo camino sin perder el rumbo.
Dolores Heredia revive su camino actoral en nueva obra editorialEn esta edición del FICG, Dolores Heredia se llevó la máxima distinción del festival y además de su premio, la actriz fue homenajeada con la presentación de un libro que retrata su trayectoria artística. Más allá de un simple recuento de películas y personajes, esta publicación se convierte en una crónica íntima de los momentos, decisiones y afectos que han moldeado su carrera durante los últimos 40 años.
El volumen, diseñado por Alejandro Magallanes y coordinado por Roberto Fiesco recopila carteles y fotografías inéditas de sus películas, además narra en primera persona los episodios más significativos de su vida. Heredia participó en la presentación del libro, acompañada de sus dos colaboradores, y compartió con el público anécdotas entrañables y reflexiones profundas sobre su oficio y su existencia.
“No hago nada esperando un reconocimiento”, expresó la actriz con serenidad y sencillez. “Lo hago con mucha alegría, decido cosas, busco historias, y estoy puesta en la vida disfrutando. Lo pienso y es mi mantra diario: un ratito de vida, es vida”. Esta frase, que da título al libro, resume su manera de entender el arte y la vida: como una sucesión de instantes que merecen ser vividos con plenitud.
Heredia recordó que su encuentro con la actuación fue fortuito. Aunque su padre deseaba que fuera escritora y ella misma soñaba con ser corresponsal de guerra, la vida la llevó por otro camino. Fue con un grupo de amigos que decidió participar en un concurso de teatro, sin imaginar que esa decisión marcaría su destino. Ganaron el certamen, y desde entonces no abandonó el escenario.
A partir de ese momento, el teatro se convirtió en una plataforma para su expresión, pero fue el cine el que terminó por atraparla. Su debut cinematográfico ocurrió en 1989 con el cortometraje 'La otra orilla', dirigido por Antonio Diego Hernández. “Fue una experiencia extraordinaria ese cortometraje, de verdad, fue escuela absolutamente”, relató. “Toda la gente que colaboró en ese corto son cineastas de ahora, todos están trabajando”.
Heredia habló también de su particular relación con la cámara, un vínculo profundo que va más allá de la apariencia o la vanidad. “Es muy extraño, no tiene que ver con la vanidad, tiene que ver con el conocimiento de uno mismo. Ayuda a ver mejor, según yo, a tener una percepción mía. A lo largo de mi vida he hecho mucho autorretrato, no tiene nada que ver con la selfie de ahora. El autorretrato también es una manera de conocerte”.
El libro, publicado como parte de los reconocimientos que otorga el festival a quienes reciben el Mayahuel de Plata, es una obra de más de 200 páginas. Las primeras están dedicadas a una selección de carteles de películas protagonizadas por Heredia, una especie de galería visual que da cuenta de su presencia constante en el cine mexicano. Posteriormente, el texto se organiza en 14 capítulos, cada uno correspondiente a una letra del nombre “Dolores Heredia”. Esta estructura, ideada por Fiesco, permite abordar distintos aspectos de su vida y su carrera de forma creativa y personal.
“En este caso es muy bonito porque el índice es un acrónimo, en este caso ‘Dolores Heredia’ son 14 letras y por consecuencia 14 capítulos”, explicó Alejandro Magallanes, encargado del diseño editorial. “Cada uno de los títulos que le puso Roberto a cada capítulo comienza con esa letra. Luego es decidir qué foto será la de la portada. Ya son pocos los libros de cine que se publican, por eso quiero agradecer y felicitar al FICG”.
Además del contenido textual, el libro destaca por su cuidadosa selección tipográfica. Magallanes detalló. “Respecto a la tipografía del libro, yo escogí tres: una picudita para la portada, que es una tipografía del siglo XIX; luego una tipografía romana de los años 60 para el cuerpo de texto, donde van a leer la voz de Dolores; y finalmente una tipografía helvética”.
Uno de los aspectos más emotivos del libro es la inclusión de fotografías provenientes de álbumes familiares, que muestran a una Dolores Heredia fuera del reflector, rodeada de su familia y en momentos cotidianos. Según Magallanes, el volumen inicia de forma particularmente tierna, con Heredia hablando de su padre, sus hermanos y su madre, retratando la vida en su hogar.
El arte como herramienta políticaPrevio a la presentación de su libro, Dolores Heredia fue parte del panel ‘Mayahuel de Plata: su trayectoria’ en él compartió micrófonos con Ofelia Medina, Bertha Navarro, Dolores Heredia y Arcelia Ramírez— cuatro de las actrices más influyentes del cine mexicano —en un espacio en el que reflexionaron sobre el compromiso político del arte y su papel como mujeres en la defensa del cine y las causas sociales.
Las cuatro artistas, reconocidas en distintas ediciones del festival con el Mayahuel de Plata, coincidieron no sólo en la relevancia del cine como vehículo de transformación, sino también en la profunda amistad que las une. A pesar de pertenecer a generaciones distintas, todas han tenido gran parte de su filmografía proyectada en el FICG, y hoy forman parte del patronato del festival. Arcelia Ramírez recordó este hecho con orgullo. “Ha sido un privilegio defender el cine y la formación como tal”.
El encuentro comenzó con recuerdos personales: anécdotas de cómo se conocieron, momentos compartidos dentro y fuera del set, y una lluvia de elogios cruzados que evidenció la admiración y el respeto mutuo. “Amamos el cine y nos respetamos profundamente”, expresó una de ellas, agradeciendo al festival por propiciar ese espacio de reencuentro y sororidad.
Una de las preguntas detonantes del diálogo fue cómo han logrado equilibrar su vida artística con el activismo social. La primera en responder fue Ofelia Medina, quien dejó claro que para ella no hay separación posible entre ambas esferas. “El cine que hacemos es el cine que refleja nuestra sociedad, nuestros valores. Yo no soy actriz, yo soy una mujer. Mi vida ha ido de la manifestación al ensayo, de la protesta en la refinería a otro ensayo. Entonces no soy actriz ni activista. Soy Ofelia, la que se pone donde más le gusta y por lo que cree que debe darse a conocer”.
La actriz también compartió que recientemente regresó de Chiapas, donde continúa trabajando con comunidades vulnerables. “Aquí estamos gozando de este momento creativo, artístico. Yo no dejé nunca nada por nada”, añadió.
Dolores Heredia, por su parte, rememoró que su conciencia social no surgió en un momento específico, sino como una consecuencia natural de su historia personal. “Yo creo que desde muy niña… Desde que a los siete años le dije a mi mamá: ‘yo un día me voy a ir de esta casa’. Fue más bien la naturalidad de poder decir lo que pienso, disfrutar la congruencia”, explicó.
Heredia abundó sobre su crianza en una familia numerosa y con carencias económicas, lo que le enseñó a pensar en comunidad y no solo en el beneficio personal. “Nunca me llené de resentimiento. Crecí en un ambiente de amor, de alegría y optimismo. Por eso yo no me considero activista, esa palabra nunca me ha encajado. Yo soy una persona que pretende ser congruente, que piensa en comunidad. Y sí, quiero cambiar el mundo. Imaginar un futuro hermoso todos los días es un acto político, y eso se refleja también en mi trabajo”.
La productora y también actriz Bertha Navarro compartió cómo su formación en el cine estuvo marcada por la agitación política de los años 70. “Me inicié en una época muy álgida, sobre todo en América Latina. Estaban las luchas en Nicaragua, Honduras, El Salvador, y me fui a registrar esas luchas”, rememoró. Navarro describió cómo vivió de cerca procesos históricos que más tarde se convirtieron en traiciones: “Estuve presente en esa Nicaragua que ahora por desgracia es un horror. Es una enorme traición a lo que fue ese ideal que documenté en los 70. Hacer cine fue hacer cine de convicción, de calidad y de lucha por y para el cine”.
Arcelia Ramírez cerró el encuentro con una contundente reflexión sobre el papel del arte como herramienta para cambiar la realidad. “Creo profundamente en que el arte y la cultura son los vehículos más eficaces para cambiar el mundo porque nos cambian a nosotros como personas y nos ayudan a entender quiénes somos. Nos humanizan”, afirmó.
La actriz habló de experiencias personales que la marcaron, como su participación en la obra Todos somos Marcos, escrita por Vicente Leñero durante la efervescencia política de los años 90. “Era una obra muy inteligente y maravillosa. Después, muchos años después, hice la cinta La Civil, que habla de todas las madres que en este país están buscando a sus hijos. Es una herida profunda que está ahí. Sentíamos una enorme responsabilidad para darle voz a este problema tan tremendo”.
Ramírez también mencionó su trabajo en Perfume de Violetas, una película que denunció la violencia sexual entre adolescentes en México. “Fue una catarsis tremenda porque muchas mujeres en el público confesaron que ellas habían pasado por eso”, recordó.
MF
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