Juan Arturo Brennan: Vivaldi + Biondi + Genaux

A
ntonio Lucio Vivaldi Calicchio (1678-1741) nació en el sestiere Castello y fue bautizado en la parroquia de San Giovanni in Bragora, Venecia. Desde su nacimiento sufrió stretezza di petto (para nosotros, asma). Se temió por su vida, y fue bautizado in extremis. Sin embargo, vivió 63 años. Cursó todos los grados de la carrera sacerdotal: ostiario, lector, exorcista, acólito, subdiácono, diácono, sacerdote. Formó en el veneciano Ospedale della Pietà una orquesta de señoritas que alcanzó fama por toda Europa. Por aprecio a su música, el emperador Carlos VI lo nombró caballero del imperio austrohúngaro. El rey Luis XV le encargó la música para su boda. Murió solo, pobre y olvidado en Viena. Tuvo un entierro de pobre (sin música) que costó 19.45 florines.
Si traigo a cuento estos vivaldismos aleatorios es porque hace unos días se presentó en la sala Nezahualcóyotl el ejemplar ensamble de música antigua Europa Galante, comandado desde el violín solista por Fabio Biondi, uno de los más destacados exponentes actuales en el arte del bien tocar a la manera barroca, con un programa articulado alrededor de Vivaldi y su música. ¿Que si tocaron Las cuatro estaciones? ¡Por supuesto que sí! Y fue un placer escuchar atentamente esta versión de Biondi y sus cómplices. ¿Que si esta música califica como caballito de batalla? ¡Oh, sí! Pero es un caballito de batalla que uno no se cansa de escuchar, una y otra vez. Gracias a los parámetros más modernos de la interpretación de esta música antigua (la aparente contradicción es sólo un espejismo sonoro), hoy es imposible escuchar dos versiones de estas vivaldianas estaciones que se parezcan entre sí. Con su particular enfoque sobre esta música, Biondi y Europa Galante desataron todo el arsenal de recursos de ejecución instrumental que los intérpretes tienen hoy a su disposición para delinear el discurso sonoro, recursos particularmente útiles cuando de una obra narrativa se trata. Y aprovechando el margen de improvisación que ofrece esta música (impensable hasta hace relativamente poco tiempo) el violinista y sus huestes cambiaron alegremente los colores instrumentales; ornamentaron con inteligencia, sin caer en los excesos bufonescos que practican algunos de nuestros músicos; se dieron el lujo de jugar aquí y allá con el tempo, las pausas, los ataques, los trinos, los glissandi, el balance instrumental, todo ello con la meta final (muy bien lograda) de hacer honor al contenido poético de los sonetos de Vivaldi asociados con estos cuatro conciertos, y expertamente traducidos por el pelirrojo y narigón violinista veneciano a sonidos abstractos pero llenos de fantasía; es decir, lo que el mismo Vivaldi llamaba invenzione. Biondi y compañía se tomaron otras bienvenidas libertades, como dar protagonismo aquí y allá al clavecín, o como usar atrevidas notas de paso disonantes para enfatizar algunos momentos meteorológicos particularmente tormentosos de la narración. En suma, todos los méritos propios de los ensambles que se dedican a hacer esta música en interpretaciones históricamente informadas y, claro, con una calidad de ejecución impecable.
jornada