Montserrat Roig: “No son feministas las que solo quieren tener poder y que todo siga igual”

La escritora Montserrat Roig acaba de regresar de la flotilla de ayuda a Gaza en la que, encabezados por Greta Thunberg, activistas e intelectuales de todo el mundo han intentado –en vano– hacer llegar alimentos y material humanitario a la población palestina. La autora muestra una vitalidad sorprendente pues, a sus 79 años, participó recientemente, a bordo del Open Arms, en un salvamento de inmigrantes en el Mediterráneo. La autora que inventarió y dio voz a los catalanes de los campos de concentración nazis, o que se sumergió en el conflicto de Irlanda en sus años más violentos, no duda en calificar de “genocidio” lo que está sucediendo en aquella zona de Oriente Medio. Recibe a este diario en una pausa de sus jornadas estajanovistas de trabajo, en su piso de la calle Bailén, con una galería llena de plantas, un reloj de pared, una mecedora, unos sillones de mimbre... y una gata que se pasea por todos esos rincones.
“Pla se merecía el Nobel, claro, pero yo se lo hubiera dado antes a Mercè Rodoreda”¿Con qué estado de ánimo ha regresado?
Mi ánimo no es importante. Las vidas de los niños y el conjunto de los gazatíes, sí. Queremos romper el asedio, paliar la hambruna, no lo hemos conseguido pero volveremos a intentarlo una y otra vez. Es horrible, no lo puedo entender. Los hombres se matan, se aniquilan, se destrozan, en Gaza, en Ucrania, en tantos sitios... Los niños se acostumbran al terror desde el vientre de la madre, las casas y los hospitales y escuelas son ruinas. Es pornográfico. A mí, desde luego, no me podrán llamar antisemita, pues denuncié ese cáncer ya en Els catalans als camps nazis. Sé muy bien lo que sufrieron Neus Català, Joan Pagès, Ferran Planes, Joaquim Amat-Piniella... Hoy se estremecerían al ver las imágenes de niños palestinos desnutridos.
Hablemos de literatura. A algunos les sorprendió que escribiera el prólogo a Fer-se totes les il·lusions possibles, el libro con textos inéditos de Josep Pla.
Somos tan distintos ¿verdad? A mí me puede irritar, por ejemplo, el homenot que le dedicó a Andreu Nin, pero es absurdo analizar la obra de Pla en función de si se ajusta o no a un ideal del compromiso sartreano. Él se definió a sí mismo como un conservador liberal y, si queremos entender a nuestro país, no tenemos más remedio que acudir a él. Es un escritor antirromántico, que rehúye lo místico y lo mágico, y olfatea la realidad y la sociedad, la extinción de un modelo de sociedad burguesa, como nadie. Es un contemplativo, y un cínico si se quiere, pero genial.
Con usted no fue muy amable...
En una entrevista que le hice, exclamó: “Amb aquestes cames, no cal que escrigui!”. Suerte que no le hice caso porque, ahora, con las varices... pero me escribió una carta conciliadora y siempre le he respetado y admirado. Me encanta la obra de teatro que se ha hecho de nuestra entrevista, aunque el crítico de su diario haya exagerado un poco al decir que “el Pla/Roig que se vio en el Teatre Lliure es el Nixon/Frost de la cultura catalana”.
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¿Pla se merecía el Nobel?
¡Claro! Pero yo se lo hubiera dado antes a Mercè Rodoreda. Salvador Espriu también era un gran candidato. Y, entre los actuales, Antònia Vicens, Jaume Cabré, Maria Barbal, Miquel de Palol... ¿alguien se atreve a decir que alguno de ellos desmerece frente a Han Kang o Jon Fosse, por ejemplo? La Academia Sueca se esfuerza en los últimos años en buscar culturas periféricas, pero se ha pasado de largo a algunas.
Se dice que en la literatura catalana predomina el culto a la juventud. ¿Qué opina?
Bueno, este país tiene una ridícula tendencia a parir genios menores de 30 años. No existen jóvenes ni viejos: hay gente que escribe bien y gente que escribe mal. Carles Riba o J.V.Foix no son viejos ni clásicos, son autores que nos enseñan.
Recientemente ha polemizado, en una de sus columnas, con un grupo de feministas del PP...
No concibo un feminismo que no sea de izquierdas, que renuncie a la solidaridad. Me cuesta horrores ver como feministas a esas mujeres que simplemente buscan acceder a lugares de poder para seguir manteniendo las cosas tal como son. ¿Thatcher, feminista? ¿Ayuso? Por favor... Mañana hablaremos de esto en el podcast que hago con Maruja Torres.
Usted denuncia también el supuesto feminismo de algunos hombres de izquierda.
Yo vengo de otro planeta: un mundo en que el adulterio de la mujer era delito y no podíamos abrir una cuenta corriente sin permiso del marido. En ese contexto, ya algunos progres generosos presumían de autorizar que su esposa tuviera cuenta en el banco “para que se compre lo que quiera” o empresarios de la gauche divine ejercían el derecho de pernada con sus empleadas. Aún hoy, los hombres no están acostumbrados a convivir con mujeres libres.
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Ha tenido algún problema con su última novela...
En un instituto de Ripoll, las quejas de algunos padres han hecho que se elimine El somriure de Mounia de las lecturas a causa de ciertas escenas explícitas entre jóvenes pero lo que realmente les molestaba era el origen de los chicos emigrantes y su relación con los locales. Esa novela refleja la epopeya de varias generaciones de gente humilde, en paralelo en Marruecos y en Catalunya, y a algunos les irrita ese juego de espejos porque prefieren que hablemos de ellos como alienígenas hostiles, no como hermanos. No me importa porque leer no debe ser nunca obligatorio y, gracias a eso, mi libro se ha agotado en Ripoll. Ya me sucedió hace años en otro instituto de Manresa con El temps de les cireres, por la escena de una orgía.
¿Se protege en exceso a los jóvenes?
Se les sobreprotege y la adolescencia se extiende hasta los 30 años. Pero es que los padres saben que sus hijos lo tienen muy difícil para ganarse la vida y poderse emancipar. Como le decía a mis hijos: si leéis, al menos la cola del paro se os hará más corta.
¿Cómo lleva lo de envejecer?
El otro día cené con unas amigas actrices de mi edad –no diré nombres– que de día sonríen, e incluso coquetean, y por la noche lamentan amargamente sus arrugas en la piel, el vientre lacio, los pechos caídos, las nalgas con celulitis... Miles de mujeres siguen creyendo, en el fondo, que no son nada sin su belleza. Susan Sontag ya habló de la desazón de una mujer cada vez que confiesa su edad. Las mujeres debemos estar en el mundo por nuestro propio peso y, al igual que los hombres, contrarrestar la vejez física con la inteligencia y la sensibilidad.
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