Nuestras lenguas oficiales, también en Europa

La identidad nacional española es plurilingüe. Las lenguas no dividen, las lenguas son puentes; los españoles vivimos y convivimos en español, en catalán, en euskera, en gallego. La lengua no solo se habla, la lengua se vive, la lengua se habita. En nuestros idiomas pensamos, nos comunicamos y nos relacionamos. Por eso a las lenguas propias se vuelve siempre, como se vuelve a casa.
El español nos une con más de seiscientos millones de personas con las que compartimos ideas, valores, lazos humanos y un bagaje cultural sobre el que construimos nuestra manera de ver y de estar en el mundo. Por esta razón –porque es parte de nuestra identidad nacional– la promoción del español es una de las prioridades de nuestra política exterior. Y exactamente por esta misma razón, porque también son parte de nuestra identidad nacional, el catalán, el vasco y el gallego tienen que ser lenguas oficiales de la Unión Europea. Más de veinte millones de españoles, el 40% de nuestro país, viven en comunidades autónomas con varias lenguas cooficiales. En catalán, en euskera, en gallego también somos, también nos organizamos, también nos proyectamos, también nos reconocemos y convivimos los españoles. Esta es la realidad de España, esta es la identidad de nuestro país que quedó plasmada en nuestra Constitución, cuyo preámbulo declara la voluntad de “proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones” y que reitera, en el artículo 3, que “la riqueza de las diferentes modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección”. Es un reconocimiento de nuestra identidad, pero también es un mandato a los poderes públicos.
La identidad española es plurilingüe, las lenguas no dividen, son puentesPara el Gobierno de España, proteger y promover nuestras lenguas es, por lo tanto, una obligación, una respuesta a este mandato constitucional. Así pues, lo extraño no es que el Gobierno o el ministro de Asuntos Exteriores defendamos nuestra identidad nacional, lo extraño, lo anómalo sería no hacerlo faltando al mandato constitucional. Pero para este Gobierno, el reconocimiento de nuestras lenguas no es solo una obligación, es también una convicción profundamente democrática y profundamente cívica. Democrática porque parte del respeto a los españoles y españolas, a todos ellos, tal como son, tal como somos y como vivimos cada día. Cívica, porque sobre esta riqueza lingüística hemos construido nuestra convivencia en una España real que es libre precisamente en el reconocimiento de la identidad plural.
Desde esta convicción emprendimos el camino hacia la oficialidad en Europa del catalán, el vasco y el gallego. Un camino irrenunciable porque no podemos renunciar a nuestra identidad nacional; un camino irreversible porque va más allá de un momento coyuntural. España no se puede gobernar dando la espalda a más de veinte millones de españoles y a la Constitución española.
Miembros del Parlamento Europeo, durante una votación en una sesión plenaria en Estrasburgo
RONALD WITTEK / EFESe trata además de una aspiración amparada por el mismo tratado de la Unión Europea que señala, en el artículo 3.3, que “la Unión respetará la riqueza de su diversidad cultural y lingüística” y establece, en el artículo 4, la obligación de que la Unión respete la identidad nacional de los estados miembros. Es, en todo caso, una decisión política, dado que, tal como indica el artículo 342 del tratado de Funcionamiento de la Unión Europea, “el régimen lingüístico de la Unión será fijado por el Consejo mediante reglamentos, por unanimidad”. Una aspiración legítima, de acuerdo con los tratados y que no tiene que suponer ninguna inquietud para nuestros socios, ya que hemos establecido unos criterios que impiden que suponga un precedente para el estado que no lo desee. España asume todos los costes de las tres lenguas y hemos dejado claro, con un sólido informe jurídico, la conformidad con la regulación europea. España respeta y apoya la identidad nacional de todos los estados miembros de la UE y esperamos el mismo respeto y el mismo apoyo de nuestros socios europeos para nuestra identidad nacional.
El camino a la oficialidad lo tenemos que hacer juntos; tenemos que impulsarlo, en España y en Europa, todos los partidos políticos y grupos parlamentarios. Tenemos que hacerlo unidos en defensa de nuestra Constitución y desde el orgullo de nuestra identidad nacional.
Más de diez millones de europeos hablan catalán, muchos más que otras lenguas oficiales de la Unión Europea. Unos tres millones de europeos hablan gallego. Casi un millón lo hacen en vasco. Si queremos una Europa fuerte, tenemos que querer también la Europa de los ciudadanos. La empresaria o el trabajador de Lleida que utilizan el catalán en su día a día merecen que su idioma sea lengua oficial en Europa. La maestra de Lalín que cada mañana va a la escuela a construir el futuro de nuestros hijos merece que su idioma sea lengua oficial en Europa. La familia de Zumaia que siempre ha hablado euskera merece que su idioma sea lengua oficial en Europa. El catalán, el gallego y el vasco tienen que ser oficiales en Europa porque más de veinte millones de europeos viven en territorios donde se hablan estas lenguas, porque todas nuestras lenguas son profundamente europeas y porque la historia y la literatura europea no se entiende sin Cervantes, pero tampoco sin Salvador Espriu, Rosalía de Castro o Bernardo Atxaga.
El camino ya está abierto y no se volverá a cerrar.
lavanguardia