Un centavo así es un tesoro. Polonia - Moldavia 2:0

Los polacos demostraron ser más efectivos. Cinco minutos antes del final del partido, un buen disparo de Jakub Kamiński desde pocos metros fue atajado con brillantez por el portero. Tres minutos después, no atajó el disparo de Bartosz Slisz. El polaco se encontraba a cuatro metros de la línea del área y, sin ser atacado por nadie, podía patear incluso con los ojos cerrados. Remató el balón al suelo y se coló por la escuadra, asegurando la victoria de Polonia. El centrocampista defensivo lo hizo. Los atacantes no tuvieron ni un solo disparo peligroso.

Polonia-Moldavia. El mejor jugador polaco fue Kamil Grošicki.

No hay motivos para estar contentos. Los polacos jugaron con tanto entusiasmo, como si estuvieran en una situación de servidumbre. Volvió a faltar cohesión, y en la segunda mitad era difícil discernir si nuestro equipo ya estaba practicando una variante defensiva, pensando en el partido contra Finlandia, o si realmente no fueron capaces de arrebatarle el balón al rival para iniciar la acción.

El mejor jugador de la selección polaca fue quien se despedía de la selección nacional: Kamil Grosicki. Durante media hora, dominó nuestras acciones, pasando y disparando. Era su 95.º partido con la selección. Marcó 17 goles, 24 de ellos gracias a sus pases.

Su despedida tuvo algo de simbólico. Wojciech Szczęsny, Łukasz Fabiański, Kuba Błaszczykowski, Łukasz Piszczek, Grzegorz Krychowiak y Kamil Glik, jugadores que nos dieron alegrías durante varios años, ya se habían marchado. Robert Lewandowski y Piotr Zieliński no estaban en el campo. Grosicki es el último de los jugadores que siempre lo dieron todo, que era un placer ver jugar y que influyó en los demás con su actitud.

Hoy en día, no hay jugadores así en la plantilla. Incluso los que juegan en los mejores clubes de Europa, al vestir la camiseta del águila, es como si hubieran perdido algo. Y el entrenador no consigue sacarles el máximo partido.