Ciencia en Portugal: entre la esperanza y la frustración

En las últimas décadas, Portugal ha avanzado significativamente en la consolidación de su sistema científico. Ha presenciado la creación y consolidación de unidades de investigación y desarrollo, la formación de profesionales altamente cualificados y la internacionalización de sus comunidades científicas. Sin embargo, este camino, además de situaciones de gran precariedad, no ha ido acompañado de una política científica sólida y estable, alineada con las mejores prácticas europeas, que permitiría estabilidad y un crecimiento sostenido.
En los últimos dos años, no ha habido nuevos fondos nacionales competitivos para proyectos de investigación. Varios equipos se han visto obligados a suspender trabajos, redireccionar recursos o simplemente esperar. La falta de previsibilidad presupuestaria se ha vuelto estructural. No hay explicaciones claras ni compromisos con los plazos. Un déficit de financiación que contrasta con la retórica política sobre la importancia de la ciencia para el futuro del país.
Recientemente, se anunciaron finalmente los resultados del concurso de proyectos de investigación organizado por la Fundación para la Ciencia y la Tecnología (FCT). Debería haber sido una buena noticia, una señal de dinamismo científico y de renovación de ideas. Sin embargo, para muchos investigadores, el alivio ha dado paso a la frustración. No solo porque la financiación no cumplió con las expectativas, sino sobre todo porque este concurso confirmó lo que ya se sospechaba: Portugal carece de una auténtica política científica, con criterios transparentes, objetivos estables y un compromiso de continuidad.
Dado que el concurso estaba abierto a todas las áreas científicas, se esperaba claridad y equidad. Sin embargo, el proceso se llevó a cabo de forma confusa: los resultados se publicaron por etapas , lo que impidió una lectura global de los proyectos evaluados y generó incertidumbre entre los investigadores.
La situación se agravó por la forma en que se realizó en paralelo la evaluación de las unidades de investigación: varias unidades clasificadas como “Muy Buenas” vieron inesperadamente su financiación reducida a sólo una cuarta parte de la asignada a las clasificadas como “Excelentes”, sin una explicación clara para esta desproporción.
Esta fragmentación e imprevisibilidad han tenido un impacto directo en la gestión de las unidades, la motivación de los investigadores y la capacidad de reclutamiento y planificación a medio plazo. Portugal cuenta con talento científico y una comunidad comprometida, pero está empezando a perder lo más importante: la confianza en el sistema y la esperanza en el futuro. Sin ellos, no habrá un futuro científico digno de tal nombre.
Pero quizás el aspecto más preocupante fue la propia arquitectura del concurso. La financiación se basó principalmente en fondos europeos, que requieren una aplicación inmediata y un impacto económico o regional tangible. El resultado: proyectos de investigación fundamental, incluso con altas evaluaciones científicas, quedaron excluidos, mientras que propuestas de carácter más aplicado, con menor mérito científico, obtuvieron apoyo. Esta inversión de prioridades representa un error estratégico. La ciencia fundamental es el terreno fértil del que surgen grandes descubrimientos a largo plazo. Dejar de invertir en ella es comprometer la autonomía, la soberanía científica y el futuro del país.
Y luego está la burocracia, esa plaga silenciosa. Los formularios eran absurdamente complejos. Horas y horas de trabajo de investigadores experimentados se desperdiciaban en tareas administrativas improductivas, en un sistema que parece desconfiar de la misma comunidad científica que financia. La propia FCT, al anunciar una nueva convocatoria bajo su plena responsabilidad técnica, parece reconocer el caos generado por el modelo adoptado.
Sin previsibilidad, sin financiación adecuada, sin visión estratégica, socavando la capacidad de éxito con normas absurdas y una burocracia inaceptable, la política científica no es más que retórica. Y la ciencia portuguesa no puede seguir gestionándose con improvisación.
Los autores escriben según la nueva concordancia ortográfica.
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