Vivienda en suspenso: se ganaron mandatos pero...

Las elecciones legislativas de 2025 no trajeron precisamente un nuevo escenario, sino una continuación de tendencias que se venían consolidando en los últimos años, pero que ahora se han hecho más evidentes y, al mismo tiempo, más preocupantes. La fragmentación del Parlamento y la dificultad de construir mayorías estables se han convertido en la nueva norma en la política portuguesa. Y, en este contexto, los resultados del domingo pasado dejaron más dudas que certezas.
Es prácticamente seguro que el próximo gobierno estará liderado por el PSD. Sin embargo, es una certeza que dice poco. Sabemos quién gobernará, pero no sabemos con qué apoyo, con qué margen de maniobra ni con qué estabilidad legislativa. Y cuando miramos áreas estructurales como la vivienda, nos damos cuenta de que la ausencia de compromisos a medio y largo plazo puede comprometer todo lo esencial: previsibilidad, inversión y resultados.
Desde la perspectiva de la vivienda, se espera cierta continuidad en las políticas más recientes. Las medidas destinadas a estimular la oferta, como la revisión de la ley del suelo o la muy comentada (y nunca implementada) reducción del IVA en la construcción, pueden ahora ganar nuevo impulso. ¿Pero será eso suficiente? Y, sobre todo: ¿será sostenible sin un verdadero pacto interpartidista que resista el tiempo y los cambios de gobierno?
Es precisamente aquí donde el resultado electoral suscita mayores preocupaciones. La tradicional alternancia entre PSD y PS está, al menos por ahora, en suspenso. Con Chega alcanzando una expresión electoral cercana a la del PS, el eje político portugués se ha vuelto más incierto y polarizado. Y esta incertidumbre complica la construcción de los compromisos duraderos que el país tanto necesita.
La mayoría de las soluciones estructurales a la vivienda requieren más que simples mayorías aritméticas: requieren un amplio consenso. Sin embargo, con un Parlamento tan dividido, el PSD, incluso con el previsible apoyo de la Iniciativa Liberal en determinados temas, no tendrá suficiente fuerza. Dependerá de ellos negociar con el PS o con Chega, dos partidos con visiones profundamente diferentes y agendas muy distintas.
En el caso del PS, todo dependerá del nuevo liderazgo. Si el liderazgo está cerca del centro y abierto al diálogo, puede haber espacio para entendimientos constructivos. Pero si toma un camino más izquierdista, el bloqueo legislativo será una amenaza constante. En cuanto a Chega, las dificultades son diferentes: el partido no tiene la vivienda como prioridad y cualquier negociación con él implicará concesiones en otros temas más controvertidos, que podrían desviar la atención de las necesidades reales del sector.
En resumen, estas elecciones no nos han dado ninguna respuesta. Nos dieron, sí, un mapa político más complejo, menos predecible y más frágil. La necesidad de compromisos duraderos es cada vez más evidente, pero la capacidad de alcanzarlos parece hoy más lejana.
Se ganaron mandatos, pero se perdió claridad. Y ante esto el país duda. Y todavía esperando.
observador