Fernanda Melchor: esto no es Veracruz

La historia de la publicación de Isto Não É Miami en Portugal es curiosa, ya que, en cierto sentido, reproduce y explica un patrón que vemos repetido a lo largo del libro. En 2017, Fernanda Melchor publicó su segunda novela, Temporada de Furacões (Elsinore, 2023) , que, entre varias otras distinciones, sería finalista del Premio Man Booker, y recibiría el Premio PEN en México y, en Portugal, el Premio Literario Casino da Póvoa, en el ámbito de la edición 2024 del festival Correntes D'Escritas.
Ahora bien, un éxito tan rotundo, sobre todo viniendo de una escritora aún joven, daría lugar a la publicación por Elsinore de su novela posterior, Paradaise (escrita en 2023 y publicada en Portugal en 2024) , pero también a un movimiento retrospectivo de excavación, que daría lugar a la traducción de su primer libro, una antología de crónicas escritas entre 2002 y 2011 en la revista Replicante y publicada originalmente en formato de libro en 2013. No es en absoluto nuevo que el éxito de un libro dé lugar a indagaciones en el pasado de su autor, sacando a la luz libros que tal vez ya hayan sido olvidados. Sin embargo, en este caso específico, la recuperación del tiempo perdido parece constituir un juego metaliterario con el contenido del libro, ya que, en sus páginas, Melchor parece buscar mirar hacia atrás para reconstruir el pasado y, así, aparentemente encontrar la descripción correcta de Veracruz, el estado mexicano que lo vio nacer.
Melchor busca entonces capturar la Veracruz de su infancia y juventud, lo que plantea de inmediato la dificultad de saber cuál es la mejor manera de describir un organismo simultáneamente vivo y muerto, como es el de una ciudad. Una entidad que, como explica Melchor, “está en silencio a pesar de su bullicio: no puede contarse a sí misma, de hecho no puede contar nada” (p. 7).
Ahora bien, la solución que encuentra Melchor será entonces describir Veracruz a partir de sus mitos y leyendas, de sus rumores y supersticiones, de sus crímenes atroces, del modelo específico de organización de su justicia popular, de sus puntos ciegos, de sus rincones ciegos, de sus habitantes más excéntricos y, sobre todo, a partir de lo que Veracruz no es.
En la crónica que da título al libro, Melchor cuenta la historia de un grupo de inmigrantes ilegales procedentes de República Dominicana, quienes desembarcan en un puerto de la ciudad, creyendo haber llegado finalmente a su destino deseado: Miami. Ahora, el desencanto y la desesperación que sienten los dominicanos al darse cuenta de que están en México y no en Estados Unidos parece, en cierta medida, reproducirse en la vida de los habitantes de Veracruz quienes, al no aspirar a ser estadounidenses, parecen destinados a vivir en un lugar que insiste en colocarse en una posición de absoluta subordinación con relación a su vecino del norte.
Desde este punto de vista, la historia más instructiva es quizás Uma Prisão à Filme , que cuenta la historia del rodaje de Catch Me That Gringo (2012), escrita y protagonizada por Mel Gibson. Melchor cuenta que, para filmar la película, el estado de Veracruz decidió vaciar el penal de Allende, que en ese entonces tenía alrededor de mil reos. El gobierno estatal garantizaría que se trató de una simple coincidencia y que ya se había decidido que, por razones sanitarias, el penal sería cerrado. Aun así, no parece controversial que el proceso se haya al menos acelerado para satisfacer las demandas de la estrella de Hollywood, y que el establecimiento se haya utilizado para filmar un motín, seguido de una fuga de prisión. Ahora bien, la producción de la película —que ni siquiera se estrenaría en cines, sino que iría directamente a servicios de streaming— reclutaría a decenas de extras de entre la población penitenciaria y no penitenciaria de Veracruz, lo que, ciertamente, habría contribuido a que la tensión en torno al motín se volviera bastante concreta. El rodaje de esta escena duraría nueve horas, al final de las cuales Lalo, uno de los protagonistas, “ya tenía la panza roja de revolcarse en el suelo” (p. 68). A las tres de la mañana, una vez finalizado el rodaje, “el equipo encendió las luces y envió a todos a casa sin pagarles nada, hasta nuevo aviso”, un aviso que nunca llegaría.
Sin condescender con el lector, Melchor, siempre escudado en la narración, va describiendo, crónica a crónica, Veracruz como una tierra con la panza roja de revolcarse en el suelo, subyugada a los intereses de los más ricos y poderosos, ya sean los gringos del norte, los barones de la droga o una clase política demasiado distante del pueblo al que gobierna. Una tierra que no distingue entre ladrones y asaltados y que no tiene reparos en reforzar ideas preconcebidas sobre sí misma para permitir el rodaje de una pequeña película de Hollywood.
Sin embargo, quizá lo más curioso e interesante de las crónicas que componen Isto Não É Miami no sea la descripción que, como un caleidoscopio, se va haciendo de Veracruz, sino lo que descubrimos sobre la propia escritora y el fin de sus ilusiones. De crónica en crónica, una nueva capa de la historia de Fernanda Melchor se revela sutilmente. Si en la primera crónica, sobre el avistamiento de luces en el cielo, el núcleo familiar, integrado por Fernanda, sus padres y su hermano, parece sólido, a medida que pasa el tiempo esa estructura se va marchitando, hasta que queda muy poco de ella, lo que quizá permite inferir que la mirada melancólica que Melchor proyecta sobre el pasado no debe necesariamente su melancolía a la ciudad supuestamente descrita. En este sentido, La Casa de Esteros es ejemplar, con diferencia el mejor capítulo del libro, donde el intento de desentrañar el misterioso enigma que rodea a una casa embrujada encubre crudamente el verdadero propósito de la historia: autopsiar entre lágrimas el final del primer matrimonio del escritor.
observador