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En el escenario global de innovación, las startups de deep tech surgen como la vanguardia de la nueva revolución tecnológica. Caracterizadas por su fuerte base científica, estas empresas surgen de laboratorios de investigación, universidades y centros de excelencia, desarrollando soluciones disruptivas ancladas en años de investigación. Su impacto trasciende las modas tecnológicas y se siente en sectores estratégicos como la inteligencia artificial, la genómica, la bioeconomía, la defensa, los productos farmacéuticos, las terapias avanzadas y las moléculas sintéticas: las tecnologías de la nueva economía del siglo XXI.

Estas startups no sólo generan nuevos productos, sino que también abren mercados, crean cadenas productivas y reposicionan a los países en el escenario industrial internacional. Son instrumentos de soberanía tecnológica e independencia económica. Es por esto que naciones como Estados Unidos, China, Alemania, Israel, Corea del Sur y, más recientemente, India, han estructurado políticas robustas para apoyar su desarrollo –con capital de riesgo público y privado, protección de la propiedad intelectual, entornos regulatorios modernos y, sobre todo, uso estratégico del poder adquisitivo del Estado para generar demanda y escalar soluciones.

Aunque es el 14º mayor productor de ciencia del mundo, Brasil todavía carece de una política nacional integrada que convierta su capital científico en valor económico. No por falta de iniciativas, sino por falta de coordinación estratégica, de prioridades presupuestarias y de articulación entre Estado, universidades y empresas. El resultado es una paradoja: un país científicamente prometedor, pero tecnológicamente dependiente y industrialmente frágil.

LaNueva Industria Brasil , lanzada por el presidente Lula y el vicepresidente Geraldo Alckmin, representa una oportunidad única para cambiar esta realidad. Sus misiones –como la transición ecológica, la transformación digital, la bioeconomía y la soberanía sanitaria– son campos naturales para el florecimiento de las tecnologías profundas. El reto es que, sin un ecosistema de apoyo específico, las startups científicas no pueden consolidarse. Según la consultora Emerge, Brasil cuenta con 847 empresas de este tipo, un número significativo, pero que sigue muy por debajo de su potencial dado el tamaño de la base científica nacional y la dimensión continental de su economía.

Es en este contexto que Finep, el principal organismo público de promoción de la innovación, lidera un movimiento sin precedentes. Junto con 18 socios estratégicos – BNDES, Sebrae, ABDE, CGEE, ApexBrasil, Fapesp y ABIPTI, entre otros – firmó un protocolo de intenciones para construir, de forma participativa, una política nacional para startups de deep tech. Se trata de una articulación que rompe con los viejos modelos centralizados y burocráticos, que tantas veces han impedido la innovación en Brasil, y apuesta en la inteligencia colectiva de los sectores científico, productivo y de la sociedad civil.

El seminario realizado el 8 de mayo de 2025 en la sede de Finep en Río de Janeiro representa un marco. Con más de 600 participantes –230 presenciales y el resto en entorno virtual–, el evento reunió a representantes de universidades, institutos de investigación y parques tecnológicos, así como a empresarios y gestores públicos. Se trató de la reunión más grande realizada en el país con este propósito. Allí se identificaron desafíos estructurales como la ausencia de instrumentos financieros adecuados a lo largo del ciclo de maduración tecnológica, barreras regulatorias, dificultades en la internacionalización, acceso restringido a instrumentos de desarrollo y la urgente necesidad de alinear las compras públicas a las estrategias de desarrollo tecnológico.

La revolución digital es un factor determinante en la geopolítica actual. Quien no entienda esto se quedará atrás.

No basta con crear startups. Es necesario crear las condiciones para que sobrevivan, crezcan, generen empleo calificado y transformen la estructura productiva nacional. Esto implica políticas de Estado –con visión de largo plazo– para apoyar el ciclo completo de la innovación científica: desde el laboratorio hasta el mercado. Sin esto, Brasil seguirá siendo un exportador de cerebros y de conocimiento en bruto, externalizando la riqueza derivada de su propia inteligencia.

Entre 2023 y 2025, Finep invirtió más de 30 mil millones de reales en 2.500 proyectos de innovación. Programas como el Centelha, que incentiva la creación de startups, y líneas de crédito para empresas de base tecnológica demuestran el compromiso de la institución con la neoindustrialización nacional. Pero el momento exige ir más allá: construir una estrategia nacional con instrumentos diferenciados para el universo deep tech.

El mundo no espera. En 2023, Estados Unidos representó el 49% de la inversión mundial en tecnología profunda, seguido de Europa con el 20%. Alemania, Suiza y el Reino Unido observaron una caída en sus contribuciones, lo que indica una reconfiguración en el liderazgo tecnológico regional. Francia, con el programa Francia 2030, invierte fuertemente en Inteligencia Artificial, salud y energía, mientras que iniciativas como Hello Tomorrow conectan startups de deep tech con inversores y grandes empresas con operaciones globales.

En Asia, India surge como un nuevo centro estratégico. En julio de 2023, el gobierno indio publicó el borrador de la Política Nacional sobre Startups de Tecnología Profunda, que propone intervenciones en áreas como financiación a largo plazo, propiedad intelectual, infraestructura de investigación, desarrollo de talento y marcos regulatorios específicos. Como parte de esta estrategia, se lanzaron dos misiones nacionales de alto impacto: semiconductores –con una fábrica homologada en alianza con Foxconn y el grupo HCL, presupuestada en 435 millones de dólares– y computación cuántica, con 730 millones hasta 2031, enfocada en el desarrollo de tecnologías de punta en comunicación, sensado y nuevos materiales.

Este ejemplo muestra que incluso los países en desarrollo, con desafíos similares a los de Brasil, están construyendo rutas tecnológicas hacia la soberanía digital e industrial. La India comprendió que la ciencia sin una política de desarrollo es estéril. Y que la innovación sin estrategia es un desperdicio de recursos.

En Brasil, el Sistema Nacional de Desarrollo –que incluye a Finep, BNDES, bancos regionales y agencias estatales como Fapesp– necesita reorganizarse a la luz de las nuevas misiones tecnológicas del país. El Plan ABDE 2030 es un buen paso, pero aún carece de mecanismos operativos ágiles, interoperabilidad institucional y enfoque en resultados estructurales.

Concluimos con una advertencia: la revolución tecnológica en curso no es sólo un movimiento tecnocientífico. Ella es geopolítica. Quien domine los circuitos integrados, la Inteligencia Artificial, los nuevos materiales, la biotecnología y las energías limpias determinará el rumbo del siglo XXI. Brasil no puede contentarse con mirar. Necesitas actuar. •

*Celso Pansera es presidente de la Financiadora de Estudios y Proyectos (Finep) y fue ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación en el gobierno de Dilma Rousseff. Fernando Peregrino es jefe de gabinete de la presidencia de la Finep.

Publicado en el número 1. 1363 de CartaCapital , de 28 de mayo de 2025.

Este texto aparece en la edición impresa de CartaCapital bajo el título 'Nueva frontera'

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