En cuatro años Rusia podría sufrir 1,8 millones de quiebras personales.

Digan lo que digan, la bancarrota personal es más un estado mental y existencial que un estatus legal formalizado. La bancarrota deja una huella imborrable no tanto en el historial crediticio, sino en el alma. El adagio de Salomón, «Todo pasa, y esto también pasará», no aplica aquí. Y las estadísticas objetivas solo captan la punta de este iceberg socioeconómico, sin reflejar su verdadera magnitud.
Primero, veamos las cifras. Según Fedresurs, el año pasado el número de ciudadanos declarados en quiebra por los tribunales fue de 431.900, un 23,5 % más que en 2023 (349.600). 55.600 personas pudieron iniciar procedimientos de quiebra extrajudiciales (a través del Centro Multifuncional), un aumento interanual del 250 %. Los rusos que han recibido esta condición desde 2015, cuando se introdujo el mecanismo de quiebra, ahora deben un total aproximado de 4 billones de rublos a sus acreedores.
Este año, la quiebra personal ha alcanzado una velocidad sin precedentes. Según un importante banco estatal, en Rusia se iniciaron seis procedimientos de quiebra por minuto durante los dos primeros trimestres de 2025. ¡Una tasa de fuego impresionante! Mientras tanto, algo mucho más significativo permanece en segundo plano: el caldo de cultivo para este fenómeno, también reflejado en varias cifras. Según el Banco Central, la proporción de préstamos morosos (con más de 90 días de mora) en los bancos rusos ha alcanzado actualmente el 10,5% de las carteras de préstamos al consumo. Durante el último año, esta cifra ha aumentado un 2,8%, desde el 7,7%. O, como mostró una encuesta de la Oficina Nacional de Investigación Financiera (NAFI) el año pasado, el 73% de los ciudadanos carece de ahorros que les permitan sobrevivir sin un flujo de ingresos regular (en forma de salario mensual o intereses de depósitos) ni siquiera durante un solo trimestre.
En resumen, este rompecabezas se compone de muchas piezas. Entre ellas se incluyen los resultados de una encuesta realizada por la Confederación Internacional de Sociedades de Consumidores (ConfOP): el 22 % de los encuestados no puede pagar los intereses de sus préstamos, el 18,5 % destina más de la mitad de sus ingresos mensuales a pagos y el 21 % considera que su carga de deuda es excesiva. Y todas estas personas están, de hecho, potencialmente en bancarrota. No en la realidad, sino según su propia percepción, lo cual no es menos importante. No es necesario esperar a que un pago se retrase noventa días, y mucho menos declararse en bancarrota personal. Si un prestatario se retrasa en un pago, la comprensión de su impasse puede ocurrir en pocos días, o incluso inmediatamente.
Los procedimientos de quiebra son un último recurso necesario. Se recurre a ellos cuando ni la reestructuración ni las negociaciones con los acreedores han dado resultado. Los rusos deben 35 billones de rublos a los bancos; cada persona económicamente activa del país tiene una deuda de 459.000 rublos; 50 millones de ciudadanos tienen al menos un préstamo. Pero ¿dónde está la línea que separa a todas estas personas de la quiebra, no necesariamente legalizada? Esta línea es intangible y traicionera, como arenas movedizas en el desierto, que acecha a los viajeros a casi cada paso y garantiza que se tragará a quienes han tratado los elementos con desdén.
Es un escenario clásico: alguien solicita nuevos préstamos para pagar los antiguos. Con prisas o por desconocimiento, no revisa los tipos de interés ni las penalizaciones por retraso. La ilusión de tranquilidad e impunidad crea un efecto dominó, una espiral de deuda cada vez más profunda: por ejemplo, alguien pide prestados 300.000 rublos a un banco, no puede pagar, solicita microcréditos y luego no los devuelve a tiempo. Finalmente, la deuda total se dispara a 1,8 millones de rublos, y luego vienen las multas, los procedimientos judiciales y la cobranza forzosa. Obtener la gracia salvadora de la quiebra ya no es tan importante en este caso. Sin embargo, es importante recordar que un ciudadano declarado en quiebra se ve privado de sus derechos: ahora tiene prohibido solicitar préstamos, emitir garantías, realizar transacciones o negocios a través de una persona jurídica. La esencia de lo que está sucediendo reside en procesos y tendencias a largo plazo que no prometen ningún beneficio a la población.
Las obligaciones de deuda pesan cada vez más sobre los recursos financieros de los rusos. Cada vez más ciudadanos experimentan una "brecha de crédito-débito", con su solvencia erosionada por la inflación, el estancamiento de los ingresos reales, el aumento implacable de las facturas de servicios públicos y mucho más. Pagar préstamos es muchísimo más difícil hoy que hace tan solo tres o cuatro años: el tipo de interés medio de las tarjetas de crédito es del 40 % anual, el de los microcréditos ronda el 290 % (0,8 % diario) y el de los préstamos para automóviles, del 25 al 27 %. Esta es la parte sumergida del iceberg, que no está presente en las estadísticas de quiebras personales, pero que las configura. Según estimaciones de la Reserva Federal, para 2029, el número de ciudadanos declarados financieramente insolventes ya no será de decenas ni de cientos de miles, sino que podría alcanzar los 1,8 millones. Se trata de un ejército de deudores, listos para una "rendición" inmediata.
mk.ru