¿Acaso cree usted que sus decisiones son realmente suyas?

Cómo funciona la mente humana, qué procesos ocultos rigen en los pensamientos, en qué se basan las acciones cotidianas. En El libro de los sesgos (Godot), el escritor Ricardo Romero explora estos mecanismos cognitivos. El sesgo de confirmación, la falacia de composición, la paradoja de la elección y la ilusión de agrupamiento, todos procesos que el cerebro aplica y que funcionan como anteojos a través de los que se ve la realidad.
Esa silla tan cómoda, ¿la compró usted por decisión propia? ¿Seguro? Y su pareja, ¿con cuánta autonomía la fue construyendo? De la mando de conceptos surgidos de la psicología social, este libro es una invitación a bucear en los laberintos de la mente.
En diálogo con Viva, Romero despliega su mirada crítica y lúdica sobre estos procesos que, aunque invisibles, determinan elecciones tan diversas como una compra en el supermercado o la construcción de una identidad personal. Desde el cruce entre psicología social, filosofía y cultura pop —con menciones a Bowie, Stalker o las redes sociales— el libro propone un ejercicio de pensamiento incómodo: detenerse, dudar, desobedecer los automatismos y explorar los relatos que nos contamos para seguir siendo quienes somos.
–¿Qué es la disonancia cognitiva y por qué puede ser pensada como una oportunidad?
–Básicamente, parafraseando a uno de los personajes de una de mis películas favoritas (Stalker, ya no me acuerdo si es el escritor o el profesor), se podría decir que es el roce de nuestra conciencia con el mundo: una y otra vez el mundo pone en jaque nuestras creencias y convicciones, nuestras experiencias y saberes, desde los más intranscendentes hasta los que nos definen. La disonancia cognitiva es la percepción de esas contradicciones a las que el roce nos somete. Podemos acomodar las ideas, tensarlas, falsearlas, con tal de seguir creyendo o pensando lo mismo. Lo hacemos todo el tiempo. Pero también podemos intentar averiguar qué pasa si cambiamos de idea, si nos permitimos pensar otra cosa, desde otro lugar, poner en crisis nuestro relato omnipresente (sea íntimo o social). Los artistas más interesantes hacen eso todo el tiempo. Bowie es un hermoso ejemplo. Lo que el Bowie de los noventa pensaba del Bowie de los ochenta, la manera en que lo miraba con paciencia y extrañeza...
Podemos acomodar las ideas, tensarlas, falsearlas, con tal de seguir creyendo o pensando lo mismo.
–¿Por qué decís que de la timidez a la soberbia hay un solo paso?
–No creo que siempre sea así. Pero creo que tanto la timidez como la soberbia tienen que ver con la ferocidad de la autoconciencia: pensarnos demasiado y prestarle demasiada atención a la manera en que los demás nos prestan atención.
El escritor y editor argentino Ricardo Romero en su casa del barrio de San Telmo. Foto: Mariana Nedelcu.
–¿Qué significa esto de vivir en burbujas empáticas artificiales?
–No es nada nuevo, pero las redes sociales han potenciado este espejismo de manera exponencial. Los algoritmos de las aplicaciones nos llevan una y otra vez a un callejón sin salida en donde todos pensamos más o menos parecido, consumimos más o menos las mismas cosas, tenemos más o menos las mismas aversiones. Y nos gusta estar ahí. Reconociéndonos, incluso felicitándonos cuando identificamos algún guiño cultural, una pertenencia codificada. No digo que esté necesariamente mal, quiero decir, buscar el encuentro con quienes piensan o sienten o se expresan como nosotros, hace comunidad. El problema es que a veces el espejismo se vuelve tan perfecto que nos desacostumbramos a la incomodidad, al malestar, a la incertidumbre de enfrentarnos a un escenario que no reconocemos.
–¿Por qué decís que el sesgo de confirmación nos vuelve predecibles?
–Tiene que ver con la pregunta anterior, con la misma disonancia cognitiva: si solo buscamos confirmar lo que pensamos, nuestro pensamiento está anclado en el pasado. Estamos pre-dichos. Estamos listos para ser enterrados en la fosa común de las estadísticas.
–¿Cómo puede explicarse el efecto Ancla? ¿Podrías detallar el ejemplo del descuento en el supermercado, del que hablas en el libro?
–Esto tendrías que preguntárselo mejor a alguien de marketing o publicidad. Ellos saben exactamente qué decir para que yo vaya al supermercado el día que ellos quieren, me fije en las ofertas que ellos deciden, y termine comprando la cerveza que eligieron esa semana. Que suele ser rica, por cierto, no me voy a quejar. La clave es que no solo lograron que consumiera lo que ellos querían que consumiera. El triunfo, el ancla que me arrastra, es anterior: lograron que consumiera incluso cuando no estaba pensando en eso.
–¿Lo de los sesgos de actualidad es un fenómeno del presente o existía desde antes?
–Es curiosa la pregunta. Actualidad y presente enredados... No, no creo que sea algo de ahora. Tal vez lo que se hace más notorio es cómo el efecto ancla se pisa con el sesgo de actualidad. Lo primero que nos dicen influye sobre nuestro pensamiento y nuestra toma de decisiones, pero también lo último nos marca inexorablemente. Es la lógica de la noticia, de la urgencia. "Primicia... último momento". Lo primero es también lo último. No hay margen para la digresión, el desvío, tenemos que decidir ya, antes de que empiecen a hablar de otra cosa.
El escritor y editor argentino Ricardo Romero en su casa del barrio de San Telmo. Foto: Mariana Nedelcu.
–¿Qué nos podés contar del efecto Zeigarnik? Es muy interesante pensar que con la cantidad de pasos que damos por ese efecto, podríamos dar la vuelta al mundo.
–Es parte de la economía neuronal, digamos. Recordamos mejor las cosas inconclusas que las que terminamos de hacer. Lo hago y lo olvido. Lo hago tantas veces que lo olvido incluso en el mismo momento de hacerlo. Y después tengo que volver a ver si lo hice... La vuelta al mundo termina siempre frente a las hornallas apagadas de la cocina.
–¿De qué nos sirve en nuestras vidas cotidianas conocer y entender esos signos?
–Creo que nos sirve para pensar mejor, lo que no quiere decir necesariamente ser más asertivos. Aprender a convivir con la duda, evitar las respuestas inmediatas, dejar un rato de preguntarle a Google cómo se llamaba el actor que hacía de policía corrupto en esa película de los ochenta de la que tampoco nos acordamos el nombre, a ver si el nombre me viene a la cabeza dos o tres días después mientras lavo los platos. Y por otra parte, ¿realmente quiero estar pensando en esto? Y sobre todo, ¿realmente quiero pensar en esto y de esta manera? Como narrador, lo que más me importa es que lo que se narra encuentre su forma natural de narrarse. Porque quisiera insistir en este punto: la forma en que nos expresamos siempre es política.
- Nació en 1976 en Paraná, Entre Ríos y se licenció en Letras Modernas por la Universidad Nacional de Córdoba.
El escritor y editor argentino Ricardo Romero en su casa del barrio de San Telmo. Foto: Mariana Nedelcu.
- Desde 2002 vive en la Ciudad de Buenos Aires.
- Es autor de las novelas Ninguna parte, El Síndrome de Rasputín, Los bailarines del fin del mundo, Perros de la lluvia, El spleen de los muertos, Historia de Roque Rey, La habitación del presidente, El conserje y la eternidad y Big Rip.
El libro de los sesgos, de Ricardo Romero (Godot).
Clarin