Y llegó en Pontevedra la temida cornada a Morante que parte por la mitad una temporada histórica

Un toro ha partido la histórica temporada de Morante de la Puebla en Pontevedra, la temporada de su vida, y de pronto el verano se ha quedado huérfano de entusiasmos. Tanta verdad tenía un precio. Ese asiento y ese ajuste con los toros venía avisando de lejos, tan despacio como Morante de la Puebla torea. La cogida fue a esa misma velocidad de pasmo. Es grave pero pudo haber sido peor. Es limpia.
MdlP pesa en el aire con la gravedad de su toreo. Y venía escapando a golpe de milagro en Santander, Marbella, El Puerto... Su ofrecimiento al toro traía algo de inmolación desde las cuatro antologías de Sevilla, las dos de Madrid, la conquista de Pamplona... A sus 45 años y casi 30 de alternativa, Morante, un torero histórico en el mejor momento de su carrera, había volteado el año, como único caso de la tauromaquia en que uno de su estirpe, de los llamados toreros de arte, deja de acompañar para mandar. Y copar las plazas. Y hacerse mito en vida, leyenda en pie. Estaba claro que sólo una cornada podía parar a Morante. La temporada queda partida por la mitad. El verano huérfano.
Morante de la Puebla cayó herido cuando apenas había arrancado la tarde en Pontevedra. El primer toro de Garcigrande venía quedándose cortito, durmiéndose, apagándose por debajo. El maestro, que no les pierde un paso, consentía a pulso, en los medios, sobre la izquierda, tan de verdad y ceñido siempre. En una de esas, lo prendió, también como a cámara lenta. En el suelo parecía haberse escapado, pero cuando se incorporó llevaba toda la taleguilla del muslo derecho partida. Y entre el revuelo de cuadrillas y capotes se pudo atisbar la sangre. Lo inspeccionaban como con escáneres manuales y entonces lo levantaron entre todos, formando una camilla de hombres. Y lo llevaron a la enfermería sin saber el alcance de la cornada.
Morante había volado desde Jerez por la mañana después de la corrida en El Puerto. Y volvía a torear infiltrado por la voltereta de Marbella días antes. Y esta vez no hubo capote de la fortuna al quite. Acabó con el toro Talavante. Procedieron a operarle en la enfermería de la plaza de San Roque. Con anestesia local. Juan José Domínguez, su banderillero, contaba que el boquete de entrada era «amplio». Y coincidía como todas las versiones en que la cornada no tocaba venas ni arterias. De dos trayectorias, matizaba el apoderado de Morante, Pedro J. Marques. Le colocaron un drenaje. Antes de ser trasladado al hospital Quirón. De allí quería el maestro irse pronto para Sevilla. Incluso pedir el alta voluntaria pese a la oposición del cirujano, el doctor García Riestra. Igual ya va camino. El parte colocaba 10 centímetros a la «herida anfractuosa», o sea la entrada. Que rompe tejido subcutáneo y fascia muscular. Desgarra abductor mayor con dos trayectorias. Una descendente de 10 centímetros y otra ascendente de 6. Pronóstico grave, concluye el parte que siembra una desazón.

La tarde se quedó extraña y amarga, y sobre su amargura se erigió un Daniel Luque colosal. A continuación de la cornada se había corrido turno, y saltó un número 85, de nombre Coraje, como si resumiera el sentimiento de la plaza en ese momento por la cornada de Morante, que fue sencillamente extraordinario. El mejor con mucho de los seis. Daniel Luque le armó un alboroto formidable. Sostuvo el garcigrande el mismo ritmo de principio a fin, siempre por abajo, con un tranco generoso, especialmente por la mano derecha. El metro de más de los Núñez lo tiene ahora Justo. Luque había dejado la montera en la puerta de la enfermería. Lo cuajó entero para apoderarse de él hasta la explosión por luquecinas, y lo desorejó a carta cabal. No se sabía si pedían el rabo para el torero o la vuelta al ruedo para el toro, que es lo que finalmente fue ante el entusiasmo de Núñez Feijóo y Mariano Rajoy.
La dimensión de Daniel Luque aún alcanzaría sus máximos con un sexto que exigió un mundo. Tan encastado y complejo, pero importante. De los que dan a Luque el título de maestro, con los que saca todos sus registros, ese sitio brutal que domina. Tragó y dominó, y se impuso incluso por ese pitón izquierdo que se vencía. Tremendo DL, allí donde los demás se ahogan o no alcanzan. Una soberbia estocada. Duro el garcigrande hasta para morir. Un descabello. Una oreja de aquí y de Madrid. Su toro intermedio había sido el más pobre y deslucido de una corrida de buen porte y muchas teclas.
Alejandro Talavante le cortó una oreja con habilidad a un toro que se prestó irregularmente -toro para Luque- y le midió mucho. No resolvió ningún problema de los muchos que le planteó el quinto. Y con la espada lo vieron pasar por la Cíes.
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