La caída de precios por la buena campaña amortigua el golpe de Trump al aceite español

La espiral de vaivenes arancelarios de la Administración Trump ha llegado a su fin, al menos de momento. El presidente de Estados Unidos parece haber encontrado un punto de encuentro con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen: el pasado 28 de julio acordaron un nuevo marco comercial en el que pactaban una tasa única y definitiva del 15% para la mayoría de productos. Entre ellos, la joya líquida de la gastronomía española, el aceite de oliva.
Tras pasar por la aduana norteamericana, el litro de este derivado de la aceituna será un 15% más caro que de costumbre, o al menos de momento pues quedan pendientes todavía las negociaciones sobre la presuntas concesiones comerciales entre ambos bloques.
Paradójicamente, el país norteamericano es el mayor importador de aceite de oliva del mundo, únicamente por detrás de la UE. Y más paradójico aún, España es su principal proveedor, con un valor estimado en mil millones de euros. De las 362.618 toneladas que traspasaron la frontera trasatlántica hacia EE.UU. durante la campaña 2023/24, aproximadamente dos cuartas partes fueron españolas: 125.728 toneladas exportadas directamente y alrededor de 57.000 trianguladas a través de Italia.
Si bien tras un primer vistazo parece que nuestro sello gastronómico vaya a ser uno de los productos más afectados por la imposición arancelaria, esto podría no ser del todo así gracias a la diferencia de precios entre campañas, explican fuentes de COAG a ABC.
A día de hoy el litro de aceite de oliva comercializado con Estados Unidos ha reducido su coste a la mitad. Tres euros y medio es lo que le cuesta de media al estadounidense comprar una botella de oro líquido español en 2025, lo que hace menos de un par de años parecía imposible, cuando se comercializaba entre los siete y nuevo euros. Por ello, el arancel del 15% sobre el precio final mantendría por debajo el importe a pagar en comparación con años anteriores. «Hay margen más que de sobra para asumirlo», señalan desde COAG.
Además, en Estados Unidos el sello oleico español es un producto gourmet. De modo que, al consumidor norteamericano lo que le preocupa no es tanto el precio que paga, sino la calidad que recibe. «Son muy exigentes con la calidad del aceite», señalan desde COAG.
Los estadounidenses consumen de media un litro de aceite por persona y año, lo que duplica la tasa promedio mundial (0,45l). Sin embargo, su capacidad productiva interna apenas alcanza el 3% de la demanda, concentrándose principalmente en la costa oeste del país: California alberga el 99% de la producción, gracias a su clima mediterráneo.
No es la primera vez que el aceite de oliva debe pasar por caja para entrar al mercado estadounidense. Durante el primer mandato de Trump la guerra abierta entre Boeing y Airbus se saldó con un daño colateral: nuestro producto estrella, el aceite de oliva. La diferencia es que por aquel entonces no toda la producción que llegaba debía abonar el pago, sino que, únicamente, se impuso a la materia que entraba embotellada. La lógica del presidente norteamericano descansaba en trasladar esa parte de la cadena de producción a su país, penalizando una parte del sector graso y dejando exento el líquido base. Con esta liberalización, buscaba incentivar a parte del sector español para trasladar su fábricas de envasado al otro lado del Atlántico y, con ello, defender la industria norteamericana, manifiestan fuentes de Dcoop.
Así las cosas, desde la cooperativa agroalimentaria manifiestan su desconcierto con el gravamen al aceite de oliva, pues este producto europeo no compite con el estadounidense -porque no los hay tal y como ha quedado reflejado-. Todo lo contrario, puntualizan, «al ser un país deficitario necesita importar para cubrir la demanda interna».
Durante los últimos seis años España ha mantenido su hegemonía oleica, en lo que a países proveedores de este líquido verdoso se refiere. Durante la última campaña, el 86% del total de las exportaciones con EE.UU. descansaron en cuatro países: España, Italia, Túnez y Turquía.
Con España a la cabeza, un 34% del total y un aumento del 9,8% de las ventas, e Italia siguiéndole muy de cerca, con un 31% y un 3%, respectivamente; entre los problemas que mantienen en vilo al sector subrayan un posible trato desigual dentro del Grupo de los Veintisiete, así como la situación en la que quedaría España respecto de sus competidores internacionales si las importaciones estadounidenses buscan mercados alternativos en un contexto de imposición arancelaria desigual. No obstante, no es tanto la competencia intracomunitaria la que preocupa a nuestro sector oleico, sino los desajustes competitivos que podrían darse entre proveedores extracomunitarios.
Así las cosas, destaca el caso de Túnez, tercer mayor exportador de este líquido verdoso. Durante la campaña 2023/24, la República Tunecina aumentó un 50,3% su comercialización hacia Estados Unidos, con 57.137 toneladas, lo que equivale al 15% del total. Y más recientemente, el país más pequeño del Magreb aumentó un 13,7% sus envíos de aceite en los primeros meses de la campaña 2024/25 . Con un volumen de 38.197 toneladas, Túnez va ganando terreno a la UE, casi pisando los pies a los aceiteros españoles, cuya magnitud de ventas ascendió un 3,6% en la campaña actual, hasta las 49.986 toneladas. Además, desde COAG recuerdan que actualmente el acuerdo UE-Túnez permite la entrada de 56.000 toneladas de aceite libre de aranceles a nuestras fronteras, lo que perjudica a la producción interna de nuestros connacionales.
Otro de los grandes suministradores hacia el país de Donald Trump, es Turquía, sin embargo, su volumen de negocio resulta más residual. Mientras en la campaña 2023/24 redujeron un 52,6% las ventas hasta las 22.859 toneladas, un año más tarde han recuperado parte de su capacidad gracias a un repunte del 79,8% que les ha permitido comercializar la suma de 17.509 toneladas.
La cosecha media de la campaña 2024/25 ronda el 1.400.000 toneladas en España. Como nuestro país arrastraba un «déficit» grandioso, el sector ha podido dar salida a la producción y los precios se han reducido a la mitad disminuyendo el efecto arancelario. Ahora bien, pese a que las previsiones para la campaña 2025/2026 no son malas, tampoco son mejores que las actuales. Las cooperativas auguran un pequeño descenso en algunas comunidades debido a la presencia de plagas y escasez de lluvias.
A tres meses de dar comienzo la temporada 2025/26, y si no hay falta de agua, la producción podría mantenerse en niveles similares, permitiendo un sostenimiento de los precios en origen y apaciguando el huracán arancelario.
ABC.es