Un bosque de Hansel y Gretel, un "museo donde se come", termas y la costanera sobre el río: todo lo que hay que saber para una escapada a General Belgrano

Si me teletransportara y apareciera de pronto en este lugar, la sensación sería seguramente la de haber entrado en otra dimensión, o mejor, en un cuento, y no me extrañaría cruzarme con gnomos escondidos detrás de un árbol o bajo la hiedra, o encontrarme con la casa de chocolate de Hansel y Gretel.
Es un bosque y, tal como lo bautizó un periodista hace ya varias décadas, parece encantado, con una atmósfera muy particular y una energía especial, que se siente en el cuerpo. Pero no es rincón de la Selva Negra de Baviera, sino el antiguo parque de la estancia Santa Narcisa, a 15 km de la localidad de General Belgrano, en la provincia de Buenos Aires, y a 160 de la Ciudad de Buenos Aires, un espacio verde que fue diseñado por el célebre arquitecto y paisajista francés Carlos Thays.
La estancia fue expropiada en 1950, y hasta 1982 cayó en el abandono, y gran parte de las cosas del casco y la cuadra desaparecieron. “Las tierras, 5.000 hectáreas, se parcelaron y se entregaron a gente del pueblo para que las trabajaran. Quedaron 111 hectáreas en torno al casco que pasaron a manos de la provincia de Buenos Aires”, me cuenta Matías Barbero, de la Dirección de Turismo de Gral. Belgrano, mientras nos acercamos al eucalipto gigante.
El bosque creció en el parque de la estancia, creado por el paisajista francés Carlos Thays. Foto Archivo
En 1982 se supo que estas tierras se querían vender a familiares de los militares, que entonces estaban en retirada. Entonces la gente y las instituciones del pueblo se movilizaron, hicieron reuniones y marchas, rodearon la Municipalidad y hasta un día la tomaron, para impedir la venta.
“Fue tanta la presión y la fuerza que hizo el pueblo que finalmente se dio marcha atrás, y las tierras quedaron en manos de la provincia. Desde entonces, cada 2 de septiembre se conmemora el 'pueblazo', el nombre que se le dio a esa gesta popular”, dice Matías.
Lo primero que se hizo en las tierras recuperadas fue crear el primer colegio agropecuario -CEPT-, un colegio modelo al que aún asisten chicos de campo de las cercanías. Lo segundo, generar un proyecto turístico-cultural, para lo cual se restauró el casco de la estancia y se lo transformó en el Museo de las Estancias, donde se exhiben herramientas y elementos de campo.
Se cree que el eucalipto gigante proviene de las semillas que trajo Sarmiento, quien introdujo la especie en el país. Foto PB/Viajes
Al quedar abandonado el parque creado por Thays se generó un sotobosque con distintas plantas y hiedras que fueron invadiendo el terreno y le dan hoy este aspecto tan particular, casi mágico.
En medio de la maraña vegetal, destacan aquellas 88 especies de árboles traídas de Europa, como este eucalipto gigante, con un tronco tal que se necesitan al menos 8 personas para abrazarlo. “Se dice que proviene de las semillas que trajo al país Sarmiento, que fue quien introdujo el eucalipto en la Argentina”, dice Matías mientras pasamos por “la isla”, un espacio que originalmente estaba rodeado por agua y ahora se busca restaurar.
Llegamos al gingko biloba, originario de Asia y conocido como “el árbol de la vida”, y Matías cuenta que este bosque es especial en cualquier época del año; en verano porque dentro está fresco aunque haga 35 grados, y en otoño, por los colores. “Hay por ejemplo un camino de plátanos que queda todo encendido de amarillo; y cuando al gingko biloba se le caen las hojas, se forma una alfombra dorada increíble”, describe.
El gingko biloba, "árbol de la vida", y su alfombra dorada. Foto Turismo Gral. Belgrano
A la entrada hay un puesto que alquila equipos de mate y vende sándwiches, pizzetas y bebidas, a cargo de Patrica y Roberto, quilmeños que llegaron a General Belgrano hace 14 años para instalar unas cabañas frente al predio termal.
Salimos de esa fantástica dimensión y, ya en el mundo real, tomamos la ruta 41 para llegar a General Belgrano, directo a su historia: el museo Alfredo Múngura, en la avenida Larrea y frente al predio de la antigua estación de tren, a la que ya no llegan servicios desde hace años.
Los muebles de la antigua panadería El Cañón, en una sala del museo Múngura. Foto PB/Viajes
“Alfredo Múngura era un vecino coleccionista e investigador que en 1939 abrió la Casa de los Recuerdos, con elementos que fue recolectando y que luego donó al municipio, que creó este museo en el edificio de la antigua panadería El Cañón”, me cuenta Maru Matos, al frente del museo.
El lugar tiene dos partes; por un lado la que exhibe los objetos que donó Múngura, y otra con salas temáticas dedicadas a la historia de General Belgrano: la última muestra los muebles originales de la ya legendaria panadería.
A dos cuadras, frente al Centro Inter Universitario que ocupa algunos galpones del ferrocarril, está el antiguo edificio del Cine-Teatro Español, construido por la Sociedad Española en 1928 y que estrena películas en simultáneo con Buenos Aires: este 6 de junio están Lilo & Stitch y la nueva Misión Imposible.
El cine teatro Español fue construido en 1928. Foto PB/Viajes
De ahí vamos a El Almacén, un restaurante que es en realidad, como lo dice el cartel en la entrada, “un museo donde se come”, en la esquina de 2 de Septiembre y Ayacucho, frente a la plaza Alem.
Allí, en el edificio que supo ser originalmente el bar El Buen Gusto, funcionó el primer cine de Belgrano, con películas que se traían en días determinados y se veían gracias a un grupo generador; más tarde fue un prostíbulo y luego, entre 1928 y 1930, una escuela.
Finalmente, en 1934 abrió un almacén de ramos generales que hacía reparto de pan en unas viejas carretas que se exhiben en la vereda, con el nombre “La Porteña”. En este edifico con historia, el ex bioquímico y ex político Ricardo Buiraz creó este restaurante en el que la especialidad es la cazuela de cordero, completísima y para dos (incluso tres). Aunque no son para despreciar los ravioles de cordero y el asado al asador, plato fuerte de los domingos.
El Almacén, en una esquina histórica de la ciudad. Foto PB/Viajes
“Recuperamos el edificio del almacén y abrimos este restaurante que lo homenajea, y donde muestro muchos de los cachivaches que siempre me gustó coleccionar, más muchos otros que me fue donando y regalando la gente”, dice Ricardo.
Por allí hay juguetes de todo tipo, viejas publicidades, muebles de época, botellas y latas antiguas -todas llenas, aclara Ricardo-, y algunas rarezas como botellas de embotelladoras de gaseosa que hubo en Belgrano antes de 1930, una antigua cajita de remedios homeopáticos con su pequeño manual o un dispositivo para matar langostas.
La exhibición de pasado continúa en el hermoso espacio exterior, que en verano funciona como patio cervecero con hamburguesas, pizzas, sándwiches especiales, y que se corona con tres impecables autos: dos Ford A de 1929 y un Ford T de 1925, además de la reconstrucción de una peluquería de época -en la que es imposible no tomarse fotos-, “en homenaje a los primeros peluqueros de Belgrano”, aclara Ricardo.
Junto al Bosque Encantado vimos unas construcciones que alojan un apiario que pertenece al Ministerio de Producción de la provincia Buenos Aires y trabaja exclusivamente con abejas reinas; investigación, estudio, análisis de todo lo relativo a formas de inseminación y demás.
Fue mi primer contacto con la miel de la zona, que tiene su fama.
En Mieles Santos se pueden degustar distintas variedades saborizadas. Foto @mielessantos_
El recorrido mielero continúa en Mieles Santos, un emprendimiento de Gustavo Gallegos y su familia; por allí anda su hija Camila y su nieto, Santos, cuyo nombre bautizó a la empresa.
“Mieles Santos surgió como una necesidad de agregar valor sobre el producto final y generar un diferencial”, cuenta Gustavo, cuya familia se dedica a la apicultura desde 1951.
Y presenta la experiencia que pueden disfrutar los visitantes que llegan hasta la planta, en el barrio Poggio: trae varios frascos y cucharitas y despliega una degustación que va desde la miel pura, sin agregados, hasta la que tiene textura de líquida pero consistencia de sólida, y las saborizadas, que son 18: con chocolate, cítricos, arándano y frambuesa o canela, lemon pie, limonada rosa con menta, limón, frutilla, naranja y durazno, mix cítrico, mora o rosella, entre otros.
Y también la de jamón crudo y la gourmet, que tiene chimichurri pero sin aceite ni vinagre, sino que son los ingredientes del chimichurri -pimienta, ají molido, pimentón, etc.- con el medio húmedo de la miel. Espectacular. También hay tres colmenas donde los visitantes pueden aprender a ser apicultores por un rato.
Las piscinas termales al aire libre, ideales para disfrutar en invierno. Foto PB/Viajes
Desde hace 14 años, la principal atracción turística de la ciudad son las Termas del Salado, ubicadas a orillas del río y a pocas cuadras del centro.
Me recibe Oscar Ibarra, administrador y apoderado de la empresa, quien me cuenta que la historia viene desde 1965, cuando YPF hizo una perforación en busca de petróleo y encontró “agua caliente” a unos mil metros de profundidad.
Ya en este siglo se hizo una nueva perforación y a 980 metros se encontró agua; la autoridad del agua de la provincia de Buenos Aires llevó una muestra y poco más tarde envió el resultado: agua termal de alta calidad, apta para utilizar en piletas. Y con propiedades descontracturantes, relajantes, ideales para la recuperación de lesiones y golpes.
La piscina cubierta de Termas del Salado. Foto PB/Viajes
Surge a 41 grados de temperatura y se usa para llenar cuatro piletas; una cubierta, otra circular, ambas a entre 38 y 39 grados; otra intermedia, con una temperatura algo menor, y otra más profunda, que en invierno casi no se usa excepto por algunos deportistas, porque es muy grande y por lo tanto, más fría.
Medialunas de por medio en el restaurante, Oscar cuenta que el complejo ofrece también un parque acuático recreativo -en verano-; sector de baños, duchas y cambiadores, quinchos para compartir sin cargo, servicio de gastronomía, guardia médica con ambulancia, quiropraxia, maxiquiosco, heladería en verano, alquiler de batas tollones, locker, y un spa, Terra, con distintos tratamientos.
Antes o después de las termas, es imperdible un paseo por la costanera sobre el río Salado, ya que estamos en la única ciudad de la provincia ubicada a orillas de uno de sus ríos más importantes. En la hermosa y verde costanera se suceden los balnearios Viejo y Nuevo, un tramo de 5 km donde hay una pista de salud, un circuito de rural bike, feria de artesanos y gastronómica, canchas de fútbol, voley y basquet, el natatorio olímpico municipal, además de alquiler de bicicletas y, para el agua, hidropedales, kayaks y canoas. Hay también un club y una escuela de canotaje.
La costanera sobre el río es un paseo obligado en la ciudad. Foto Turismo Gral. Belgrano
Paramos un rato a caminar por la feria de artesanías, donde varios artesanos exhiben sus creaciones. Como Hugo Fernández, especializado en cuero, que tiene de pequeños llaveros a billeteras, porta cuchillos y las llamativas pelotas de pato, el deporte nacional que por esta zona se practica bastante.
Cae la noche cuando llegamos a la hermosa esquina donde Fabricio Peña armó su refugio de vinos y gastronomía, al que bautizó Sonrisas Violetas (@sonrisasvioletas), una vinería que se especializa en etiquetas particulares, de bodegas chicas, de esas que no se consiguen en todos lados.
“Siempre algo de lo clásico tengo, pero la idea es presentar proyectos, bodegas más chicas o menos conocidas o cepas no tradicionales”, cuenta Fabricio mientras subimos la escalera hasta el entrepiso, donde hace cenas especiales con menú por pasos con la presencia de gente de las bodegas cuyos vinos acompañan cada plato.
La esquina de Sonrisas Violetas, para conocer vinos y degustar menúes de pasos. Foto PB/Viajes
Y nos sirve un tinto de aspirant bouchet, “una uva tintorera que se usaba para dar color a los blends y que Marylin García, de la bodega 13 Clés, rescató para elaborar una partida limitada”, explica.
Fabricio se mueve, viaja, prueba los vinos y trae los que les parecen interesantes. En sus menús de pasos todo está pensado; el vino y los platos, claro, pero también la música, la luz y la ambientación, en función del vino y la comida que se presenten.
“Se crea un ambiente muy lindo, descontracturado, la gente baja un cambio, conversa, se olvida del celular”, cuenta. Incluso hace poco hizo un evento con whisky, donde estuvieron presentes los fundadores de La Alazana, la primera destilería de whisky single malt del país ubicada muy cerca de El Bolsón, en Río Negro. La comida claro, fue pensada especialmente para maridar con ese whisky.
El verano invita a las actividades en el río. Foto: Turismo Gral. Belgrano
Un gran epílogo para esta visita a una ciudad que sorprende, que paso a paso, tesoro a tesoro por descubrir, va construyendo una gran escapada, muy cerca de la ciudad.
● De CABA son 154 km por Autovía 2 hasta Puente Etcheverry, RP 215 h/ Brandsen y RP 29.
● Bus Vía Bariloche desde Liniers (3 hs), $ 20.100.
El predio de la vieja estación, en el centro de la ciudad. Foto PB/Viajes
● Complejo Don Luis: cabañas para 2, $ 100.000 por noche; para 4, $ 150.000; parra 6, $ 200.000 (estadía mínima, 2 noches en temporada baja y 3 en vacaciones de invierno o verano). Con acceso a tres piscinas; una climatizada cubierta, otra hidro climatizada cubierta y otra de temporada (descubierta; @complejodonluis_gb).
● Camping municipal: $ 6.000 por persona + $ 6.000 la parcela y $ 2.000 por vehículo o carpa. Menores hasta 5 años, gratis. Pasar el día. $ 5.000 por persona.
● El Almacén: cubierto promedio, $ 23.000. Cazuela de cordero para dos, $ 38.000. Abre viernes a la noche, sábados mediodía y noche y domingos y feriados a mediodía.
El museo Múngura, en el edificio de la antigua panadería El Cañón. Foto PB/Viajes
● Cena de pasos con degustación de vinos en Sonrisa Violeta, $ 55.000.
● Termas: entrada general, $ 15.000; jubilados, $ 12.000; menores de 3 a 12 años, $ 9.000; menores de 3, gratis.
Clarin