En Paraguay, comprobar la existencia del pueblo Ayoreo para permitir su supervivencia

En el Gran Chaco paraguayo, la supervivencia de los últimos ayoreos que viven en “aislamiento voluntario” está seriamente amenazada por la deforestación y el apetito económico de ciertos terratenientes. Su existencia, aunque protegida por la ley, está amenazada desde todos lados. The Guardian relata la feroz lucha de quienes buscan demostrar su presencia en esta región.
José Iquebi estaba cazando jabalíes en el bosque cuando fue capturado por hombres a caballo, quienes lo amenazaron con sus rifles. Lo atraparon con un lazo, lo metieron en una jaula y lo transportaron cientos de kilómetros por el río Paraguay hasta la capital del país, Asunción. Allí cobraban a la gente por verlo y tomarle fotografías. Tenía entonces unos doce años.
“Nos trataban como animales”, recuerda José Iquebi, que ahora tiene 84 años. No volvió a ver a su familia durante décadas.
Colonización de la parte El Gran Chaco paraguayo, esa inmensa llanura sudamericana de bosques de madera dura, praderas áridas y pantanos salobres, recién comenzaba su andadura.
Los primeros menonitas, protestantes tradicionalistas procedentes de la Unión Soviética y Canadá, llegaron en 1926. Paraguay les había prometido tierras vírgenes donde establecerse, lejos de la persecución que sufrían en su tierra natal.
Estos colonos de habla alemana enviaron misioneros para capturar y convertir a pueblos cazadores-recolectores, como los ayoreo, que vivían en el Gran Chaco. Innumerables nativos americanos murieron por enfermedades. Los sobrevivientes se vieron reducidos a trabajar para los colonos, limpiando tierras y criando ganado. En aquella época, los menonitas talaron una zona de bosque del tamaño de un país y amasaron su fortuna con la ganadería.
Hoy en día, un puñado de pequeños grupos de Ayoreo aún viven en las pocas áreas de bosque que quedan, rechazando todo contacto con el mundo exterior. Su número se estima en 150 individuos. Es una de las últimas culturas del mundo que vive en aislamiento voluntario fuera de la Amazonia.
Pero según representantes de una docena de comunidades y organizaciones indígenas americanas, la nueva ola de deforestación corre el riesgo de provocar la desaparición definitiva de estos últimos habitantes del bosque.
Durante 2023 y 2024, aparecieron varias señales extraordinarias —y muy controvertidas— de presencia ayoreo en un enorme rancho ganadero llamado Faro Moro. Hasta hace poco, esta propiedad comprendía 40.000 hectáreas de bosque intacto y servía de santuario para el jaguar, una especie en peligro de extinción y protegida.
Algunos ayoreo recuerdan historias de familiares que regresaron al bosque de Faro Moro después de experiencias traumáticas con el mundo exterior. José Iquebi, por su parte, recuerda haber vivido en un lugar llamado Tamucode, una localidad con abundancia de caza y vías fluviales.
“Allí hay agua incluso en medio de la sequía”, dice el jefe de la aldea de Ebetogue, Guei Basui Picanerai, de 43 años. “Por eso creemos que nuestros hermanos aislados viven hoy en esta zona”.
Pero desde principios de 2023, imágenes de satélite indican que al menos 13.000 hectáreas de vegetación en Faro Moro han sido taladas y sustituidas por pastos para ganado.
Los líderes de la comunidad ayoreo también están preocupados: la deforestación está ejerciendo una presión insostenible sobre los grupos aislados, hasta el punto de obligarlos a abandonar su territorio.
Incluso temen que si los blancos encuentran a uno de estos ayoreos aislados, no lo considerarán una curiosidad sino un elemento problemático a eliminar. “Los ganaderos solo piensan en el dinero. Cuando ven a un solo ayoreo, inmediatamente piensan que es una amenaza para su negocio”, dice José Iquebi.
Carl
Courrier International