Una isla de librerías en el Eixample

De repente, casi sin que la ciudadanía se dé cuenta, algo está cambiando en el meollo del Eixample. En 2014 cerró la histórica Librería Catalonia, en ronda Sant Pere, que en sus primeros años afirmaba con optimismo en su fachada que el mundo era gobernado por los libros. Fue reemplazada a toda velocidad por una cadena de comida rápida que decoró las columnas de su interior con falsos mosaicos modernistas. Su adiós coincidió con una tormenta perfecta que devastó el centro de Barcelona entre el fin de la Ley de Arrendamientos Urbanos, un cambio en los hábitos culturales y la colonización de todo este crucial perímetro, con el paseo de Gràcia como paradigma, por marcas de ropa situadas en puntos neurálgicos del casco antiguo y lo más concurrido del Eixample, despojados de su antigua identidad en pos del temido parque temático a mayor gloria del turismo.
Sin embargo, las noticias de 2025 parecen revocar el desastre de años como 2012, cuando cerraron de golpe librerías como Áncora y Delfín y la Librería General de Arte. En los últimos meses ha subido la persiana una nueva La Central en el número 314 de Consell de Cent y el Grupo Finestres anuncia la apertura de un tercer establecimiento en el 253 de su feudo de la calle Diputació, a lo que se añade desde lo cultural la inauguración, prevista para 2027, del Museo Carmen Thyssen en el antiguo cine Comedia.
El año 2025 parece revocar el desastre del 2012, cuando cerraron Áncora y Delfín o la Librería General de ArteEsta nueva trilogía ha reflotado una posibilidad que se omite en demasía en la capital catalana, consistente en generar islas culturales que concentren la oferta. La primera, sin que se publicite como tal, en Montjuïc, repleta de espacios museísticos desde su base hasta las alturas del castillo.
La segunda es imperfecta y desorganizada, casi como un aluvión que podría partir de plaza Urquinaona, con el teatro Borràs de punta de lanza, subir por Pau Claris con las librerías Laie y Ona para, acto seguido, esparcirse por todos lados. Si ponemos sus límites en Balmes y Roger de Llúria dos de sus clausuras serían, respectivamente, la centenaria Alibri, hoy en manos de Bookish, y Documenta, que cumple medio siglo.
En medio de ambas, enumerar todos los equipamientos y negocios dedicados a la cultura arrojaría un balance esperanzador entre teatros, museos como la Pedrera y la Fundació Tàpies y las galerías supervivientes a su viejo esplendor en la calle Consell de Cent. Y un total de 15 librerías.
De hecho, para los libreros, hablar de isla cultural es incorrecto porque, como apunta con insistencia Àurea Perelló, directora de la librería Finestres, se trata más de bien de una isla focalizada en los libros que, como concuerda Marta Ramoneda, directora de La Central, son ahora mismo una rara avis en un centro cada vez más invadido por negocios de carcasas, heladerías, supermercados 24 horas y comercios estéticos de dudosa calidad. Ramoneda explica que, en su caso, la elección de una nueva librería en Consell de Cent no se produjo ni por la comodidad de la reciente súper illa ni por privilegiar la centralidad, sino por una oportunidad de mercado: un cliente, propietario del local, prefería que ellos ocuparan el espacio. No era, remarca, cuestión de vecindad con La Central de la calle Mallorca ni un giro de guion para mayor visibilidad del grupo Feltrinelli. La causa fue práctica, lo que confirma la espontaneidad de todo el conjunto, cada uno con su sello y sus clientes, según Eric del Arco, responsable de Documenta y presidente del Gremi de Llibreters, muy de barrio porque las librerías siguen siéndolo pese a su ubicación, que tampoco tiene por qué perjudicar a otras empresas que abastecen a lectores fuera de esta zona del Eixample.

Librería La Central de la calle Mallorca
Ana JiménezLa diferencia, concuerdan los entrevistados, es que ahora la aglomeración ha creado sinergias. Si un título no está disponible en el negocio de confianza, los libreros, en un mecanismo que Marta Ramoneda califica como muy válido para cohesionar esta inesperada red, informan al cliente de su disponibilidad en otro, activándose así un mapa aún no institucionalizado pero que, poco a poco, empieza a funcionar a pleno gas y podría hacerlo más si el Ayuntamiento comprendiera esta vuelta de tuerca, ayudándola en otra entrega de colaboración barcelonesa entre lo público y lo privado. De este modo, el fondo de todas las librerías es común pese a que cada una mima su parcela. Perelló desgrana en la conversación cómo la tercera Finestres unifica y añade coherencia al proyecto que, excepto por su librería en Palamós, no tiene ningún interés en ir más allá de la calle Diputació, idóneo para establecer conexiones no sólo con sus homólogos al tener bien presente cómo su función no termina en el Eixample, rodeado de otros polos culturales.

Librería Ona, de Pau Claris
Ana JiménezEn la Central de Consell de Cent, abierta pese a inaugurarse de manera oficial el 17 de septiembre, muchos turistas curiosean sin más. La sección de libros en inglés se halla a la izquierda, justo después del ingreso. Marta Ramoneda asume el contexto. Cuenta que en La Central del Raval los expats han hecho suyo el bar, ausente en la tercera hija de la librería especializada en Humanidades, que sí está a la búsqueda de un nuevo local en Madrid que pueda equipararse al que tuvieron en Callao.
En los últimos meses ha abierto una nueva La Central y el Grupo Finestres ha anunciado otro establecimientoEn Finestres, asegura Àurea Perelló, el catálogo de literatura en lengua original es muy poderoso al ser algo inherente a la idea del grupo, que en ningún momento olvida la presencia de fuertes comunidades extranjeras en Barcelona, que así, como ocurre con la italiana, disponen de un catálogo que no es en absoluto anecdótico.

Librería Altair, en Gran Vía
Ana JiménezAl ser esta isla fruto de los intereses comerciales de cada uno es más que lícito plantearse si puede tener un porvenir alentador, más tratándose de una propuesta tan específica. Del Arco concluye que “el sector del libro se caracteriza por su mala salud de hierro. No podemos predecir lo venidero. En este entorno hay librerías que pertenecen a grupos editoriales, como La Casa del Libro a Planeta y La Central a Feltrinelli, mientras otras como Laie tienen tiendas en museos y algunas parten del mecenazgo como Ona o Finestres, sin olvidar aquellas en las que trabaja el propietario, como Jaimes, Altair Viatges, Come in, La Impossible o nosotros, la Documenta. Las ciudades son muy dinámicas y puede sorprender esta actual explosión. Ya se produjo en Gràcia. Las modas van y vienen, lo que hace el futuro impredecible”.
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