El sacrificio de un peón

Un día más en la oficina. O en el hemiciclo. Nunca pasa nada y cuando pasa, tampoco pasa nada. No hay mejor refugio que la ideología. Han pasado once días desde el apagón. Pero seguimos a oscuras en lo tocante a la explicación que merecemos sobre lo sucedido y la necesaria asunción de responsabilidades.
Compareció Pedro Sánchez ayer en el Congreso para explicarse por el corte del suministro eléctrico y también sobre la nueva política de seguridad y defensa. Y el presidente del Gobierno no defraudó. Hizo lo que mejor se le da: dejarnos ciegos con los fogonazos de la ideología. Una ideología que en su mínima expresión y la máxima apariencia –frases para postear en las redes sociales– reduce al absurdo cualquier discusión que se pretenda seria, amén de imprescindible.
Hay que alejar la ejecución en el tiempo para que no parezca que se asume una culpaOnce días después de que España regresara al siglo XIX seguimos en Babia. Pero Sánchez tiene el partido donde quería. Que si tirios, que si troyanos, que si hay que analizar millones de datos antes de contarnos lo ocurrido. ¡Ganemos tiempo! Hasta que del apagón sólo quede el simpático recuerdo de una aventura colectiva. Y mientras tanto, con la ayuda del PP y su inoportuna moción sobre el alargamiento de vida de las centrales nucleares que se votará hoy en el Congreso, desviemos el foco del asunto principal: ¿A quién hay que relevar o quién debería dimitir por lo ocurrido?
En la segunda fila del socialismo gubernamental se da por descontado el finiquito para Beatriz Corredor, la presidenta del holding Redeia, el paraguas bajo el que opera Red Eléctrica. Pero hay que alejar la ejecución en el tiempo para que parezca un accidente y no la asunción de culpa alguna, aunque sea indirecta, por parte del Ejecutivo.
La presidenta de Red Eléctrica, Beatriz Corredor, en primer término, en la segunda reunión del comité creado por el Gobierno para el análisis del apagón eléctrico del 28 de abril
JUAN CARLOS HIDALGO / EFERedeia, por mucho que insista Sánchez en que se trata de una empresa privada, no tiene de eso más que su apariencia formal. Basta con que la SEPI, accionista mayoritario, reciba la orden por parte de la Moncloa para que veamos a la señora Corredor salir por la puerta de la empresa con la única compañía de una caja de cartón para sus enseres personales.
Sólo que ese adiós y muy buenas, para ser efectivo y proteger al Gobierno, conviene posponerlo en el tiempo. Una cabeza cortada ya no tiene valor de uso. Y enterrada Corredor, los vivos pedirían entonces, como ya hizo ayer Feijóo, la ejecución de la ministra para la transición ecológica y el reto demográfico, Sara Aagesen.
Amortizar la muerte de un peón en política, y la presidenta de Redeia lo es, pasa por eliminarlo en el momento en el que su aniquilación garantiza el punto y final al problema, sin que otros nombres sigan contaminados por la crisis vivida. Así que cuantos más días pasen desde el apagón, antes de que el Gobierno comparta con los ciudadanos oficialmente que la principal culpabilidad está en Redeia, cosa que por otra parte ya sabe, menos riesgo para que escalen las responsabilidades hacia la vicepresidenta tercera y, en consecuencia, hasta el propio Sánchez acabe con la camisa manchada. Este y no otro es el motivo por el que seguimos en Babia: gestión de tiempos.
Rufián, lejos de empatizar con el rol de víctima de Mas, decidió tratarlo peorY ahora un cambio de tercio un poco brusco. Pero es que la escena es tan destacable que justifica romper la unidad temática del artículo. Comparecía el lunes en la comisión del Congreso sobre la operación Catalunya Artur Mas. Lo hacía el mismo día en el que el expresidente anunciaba una querella por haber sido víctima de espionaje telefónico con el programa Pegasus en el periodo 2015-2020. Pues bien, Gabriel Rufián, lejos de empatizar con el rol de víctima de Artur Mas, decidió tratarlo peor, aunque con sonrisas de por medio, que a cualquier otro compareciente. Se convirtió la comisión, en el turno del republicano, en un consejo de guerra al masismo más que en un intento de esclarecer la utilización de recursos del Estado para arruinar carreras políticas por motivos ideológicos. Practica el jefe de ERC en Madrid un independentismo de lo más personal, cada vez más morado y menos amarillo. Más podemita que republicano, para decirlo sin ambages.
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