¿Guardián de la libertad o ancla de la inmovilidad?

Portugal necesita una nueva Constitución. No para borrar el pasado, sino para liberar el futuro. Y, sin embargo, el PS y el PSD, los partidos que han dominado el régimen desde 1976, quieren mantenerse al margen de cualquier revisión constitucional. Se niegan a debatir, bloquean el cambio y defienden una rigidez institucional que ya no beneficia al país.
Vivimos en un país que ha cambiado profundamente desde 1976. La economía ha cambiado, la sociedad ha cambiado y el mundo ha cambiado. Y, sin embargo, en muchos sentidos, nuestra Constitución permanece anclada en la época en que fue redactada: marcada por una transición revolucionaria, dominada por una visión estatista de la sociedad y la economía, y con un modelo de organización del poder que hoy ya no satisface las demandas de quienes viven, trabajan e invierten en Portugal.
Por eso necesitamos revisar la Constitución. No por vanidad ideológica, sino por responsabilidad con el futuro.
¿Por qué es urgente revisar la Constitución?
La Constitución de la República Portuguesa se creó en un momento de transición revolucionaria, en un país que emergía de una dictadura y aún soñaba con modelos de planificación socialistas. A pesar de varias revisiones, el texto sigue plagado de conceptos obsoletos, con un impacto real en la vida de los portugueses:
- Impide una verdadera descentralización al mantener al Estado central como el gran gestor de todo.
- Limita la libertad de elección al condicionar la salud, la educación o la seguridad social a modelos de prestación gestionados por el Estado.
- Inhibe la economía de mercado al establecer una “economía mixta” donde el Estado permanece omnipresente.
- Vuelve poco representativo el sistema político, con distritos electorales alejados de la gente y sin responsabilidad individual de los diputados.
- Bloquea reformas urgentes en la administración pública, la justicia y la gobernanza fiscal.
Cuando hablamos de revisar la Constitución, no hablamos de “destruir derechos”, sino de renovar garantías , aumentar libertades , modernizar el Estado y abrir espacios a la iniciativa, al mérito y a la justicia .
¿Pero no es la Constitución la base de la estabilidad?
Sí, pero la estabilidad no puede ser sinónimo de estancamiento . Y el país no es estable: está bloqueado. La estabilidad constitucional solo es virtuosa cuando el texto fundamental se adapta a los desafíos de la sociedad. Hoy, la Constitución se ha convertido en un escudo contra el cambio y en una herramienta de control para quienes se han instalado en el poder.
Pero ¿qué pasa si el PS y el PSD se niegan? ¿Debería IL seguir adelante con la propuesta?
Sí. La Constitución es un pacto nacional, no propiedad de dos partidos. Su debate no puede depender de la buena voluntad de los bloques establecidos. Aun sabiendo que la propuesta tendrá una alta probabilidad de ser rechazada, el sistema debe verse obligado a reflexionar sobre su propia realidad.
Presentar una propuesta liberal y moderna, centrada en la libertad individual y el Estado de derecho, es un deber político y moral. Porque, incluso si es derrotada, una buena propuesta perdura en el debate público, alimenta el inconformismo y prepara futuras victorias.
Portugal no necesita una nueva revolución. Necesita una nueva Constitución. Y aunque los dueños del sistema intenten silenciar el debate, este ya ha comenzado: en las calles, en las ideas, en las voluntades.
La Constitución debe ser la garantía de la libertad, no el límite de la ambición colectiva. Debe abrir caminos, no cerrarlos. Debe proteger a los ciudadanos, pero nunca infantilizarlos ni tratarlos como sujetos de un Estado que decide todo por ellos.
La Constitución no debe cristalizar un país en mitad libertades, mitad reformas y mitad oportunidades.
observador