Mitos del NHS

La opinión pública sobre los sectores de salud público y privado a menudo utiliza un separador común entre los hospitales y clínicas privados y el NHS, es decir, el Servicio Nacional de Salud. La diferencia entre lo privado y lo público, en el sentido común, está relacionada con quién presta el servicio, quién da las consultas, quién realiza las cirugías, tratamientos y diagnósticos, etc.
Así, el NHS, desde una perspectiva más política que económica, idealmente debería estar equipado con todos los activos necesarios para proporcionar un servicio de salud completo a todos los ciudadanos. Tenemos un Servicio Nacional de Salud desde hace unos 50 años, y todos lo queremos, pero lo cierto es que, en la búsqueda de eficiencia, el sector privado siempre ha estado involucrado como proveedor de servicios alternativos, cuando el sector público no puede responder.
Lo mismo ocurre a la inversa: en muchas situaciones complejas en las que los pagadores privados no pueden responder, el proveedor público financiado por el Estado proporciona una respuesta más integral. Hay una tendencia hacia el equilibrio, a medida que el sector privado es capaz de cubrir situaciones cada vez más complejas. El argumento, más político que económico, es que sería más barato si todo se hiciera públicamente. Sin embargo, diversos factores llevan a la utilización de proveedores privados o públicos dependiendo de varios factores como escasez de recursos humanos, tecnología diferenciada, vacantes existentes, especializaciones, etc.
De hecho, las empresas privadas siempre han prestado servicios contratados con el NHS. En otras palabras, el servicio privado ha sido parte integral del NHS desde su inicio. El discurso debe por tanto estar libre de prejuicios entre lo público y lo privado. Existe una salud pública que puede ser atendida por prestadores públicos, privados y sociales, a precios de mercado.
Como todos sabemos, el primer sistema de salud del país fue creado por una empresa (CUF) y posteriormente, incluso antes del 25 de abril, los servidores públicos crearon su propio subsistema, el ADSE, que también fue financiado por el Estado durante décadas porque descongestionaba la actividad del SNS, ya que todos los servicios de estos sistemas eran prestados en gran medida por hospitales y clínicas privadas o sociales.
La necesidad de un NHS fuerte surgió de la opción de financiar la atención sanitaria con impuestos, evitando así la financiación directa de empleadores y empleados. Sin embargo, en los países más desarrollados éste sigue siendo el proceso de financiación de la salud, a través de seguros con amplia cobertura, pero cuya financiación sigue reglas impuestas por el Estado. Cuando un ciudadano no tiene trabajo, el Estado subvenciona este seguro. Los ciudadanos eligen el hospital, ya sea público o privado, porque los costos de todos los procedimientos son conocidos y negociados de antemano.
Todos apoyamos un NHS fuerte y eso debería significar utilizar todos los recursos que tenemos para satisfacer las necesidades sanitarias. En Portugal, seguimos teniendo un problema crónico: el sector público controla la contabilidad general de sus cuentas, pero todavía necesita mejorar la contabilidad analítica de su actividad para negociar mejor con las empresas privadas, asegurándose de pagar a éstas menos que su coste operativo. Creo que estas negociaciones ya se están llevando a cabo con cierta seguridad, pero debemos centrarnos en mejorar el valor de la atención sanitaria prestada por las instituciones públicas, con el rigor que la economía exige de aplicar adecuadamente los recursos a las necesidades crecientes.
observador