Lisboa armada con elementos góticos

El buen tiempo ha llegado y las playas ya están llenas. En cuanto brilla el sol, los portugueses no van a la playa con ganas, van con venganza. Antes de ser escenario de placeres, nuestra costa es un lugar de ajustes de cuentas.
En países con estaciones menos delimitadas no existe la misma bipolaridad que nos caracteriza. La vida es casi siempre la misma y también lo son las actitudes de las personas. Con Portugal la historia es distinta: nos tomamos la meteorología muy en serio.
Hablo por mí: después de un invierno con tanta lluvia como éste, esperaba una primavera con al menos algunas capacidades restauradoras. Pero lo que hemos tenido la suerte de tener desde marzo no ha sido rescatable. Fue puro abandono.
Cada vez que el sol brillaba un poco, me informaba rápidamente que pronto llovería. Y así fue. Hasta hace unas dos semanas, los caracoles llegaban tarde, las inmersiones eran clandestinas, Lisboa se vestía de ciudad gótica.
Por casualidad visitó Oporto a principios de mayo: incluso él mismo se estaba desabrochando los botones de la camisa. Nosotros aquí sufrimos. Y a causa del sufrimiento que ya hemos vivido, avanzamos hacia el resto de esta primavera y el verano que sigue ya molestos. Ya estamos mirando hacia el 2025 de lado.
Se ha vuelto común pensar que las conversaciones sobre el clima son generalmente insulsas y carentes de contenido. Es lo contrario. Las conversaciones sobre el tiempo, al menos tal y como se vive en Portugal, son de las más espirituales que podemos tener. El alma nacional se mide por los resentimientos meteorológicos que acumula.
El poeta alemán Rainer Maria Rilke también se vio afectado por el clima. En su “Libro de Horas” escribe:
“Amo las horas oscuras de mi ser, donde se hunden mis sentidos; como en cartas antiguas, en ellas encontré Mi vida cotidiana ya vivida
y en una leyenda lejana y superada”.
Algunos lo traducen como “horas oscuras”, otros lo traducen como “horas de la noche”. El hecho es que Rilke sabía que aceptar las estaciones contribuye a una existencia “superada”. Mientras confesamos la oscuridad de lo mucho que nos ha molestado la espera, tal vez la luz retrasada del 2025 nos lleve más al alivio que a la venganza.
observador