Recortes del GST: reforma estructural, no estímulo

La reciente decisión del Consejo del Impuesto sobre Bienes y Servicios (GST) de racionalizar los tramos y recortar las tasas ha sido ampliamente celebrada como si se tratara de un paquete de estímulo. Los comentaristas se han apresurado a presentarla como una solución rápida para estimular la demanda. Esa perspectiva es errónea. India no está en recesión; sigue siendo la gran economía de más rápido crecimiento del mundo. Estos cambios fiscales no constituyen un impulso anticíclico, sino una reforma estructural . Que dicha reducción produzca o no un estímulo del consumo a corto plazo depende del gasto público. Si la menor recaudación del GST se compensa con una reducción del gasto público, es improbable que haya un estímulo neto significativo. Por lo tanto, es probable que el dinero extra en manos de los consumidores se compense con la reducción de los ingresos derivada del menor gasto público, manteniendo inalterada la demanda agregada. La verdadera importancia de la medida del GST reside en otra parte. Se trata de una reforma estructural significativa, que indica que el gobierno reconoce una verdad fundamental: en el margen, dejar la asignación de recursos a los mercados genera mayor eficiencia que la dirección central. Al simplificar las tasas, reducir las disputas de clasificación y recortar los costos de cumplimiento, la reforma fortalece las bases para un crecimiento sostenible. Por eso, el consejo y el gobierno merecen crédito. Para comprender por qué los efectos a largo plazo son más importantes que el consumo a corto plazo, recordemos dos ideas en finanzas públicas: la incidencia fiscal y el costo irrecuperable. Supongamos que se venden 100 unidades de un producto a 10 rupias sin impuestos. Si se impone un impuesto del 10%, ¿el precio subirá automáticamente a 11 rupias? No necesariamente. A veces, los consumidores soportan toda la carga; a veces, las empresas absorben parte. Y cuando las empresas la absorben, el impacto puede recaer en los trabajadores a través de salarios más bajos o en el capital a través de menores ganancias. En un extremo, un pequeño proveedor que vende a un comprador poderoso puede no tener más opción que asumir la mayor parte del impuesto. En el otro, donde la demanda es inelástica (por ejemplo, la insulina), los consumidores pueden asumir casi todo. La mayoría de los mercados se encuentran en un punto intermedio, con la incidencia compartida entre consumidores, trabajadores y capital. Este reparto crea distorsiones. Los trabajadores ofrecen menos mano de obra porque los salarios después de impuestos compran menos bienes. Las empresas invierten menos porque la rentabilidad es menor. Los consumidores se inclinan por el ocio, ya que deben esforzarse más para poder acceder a la misma canasta en una economía gravada que en una libre de impuestos. El resultado es un costo irrecuperable: actividad económica que desaparece sin ninguna ganancia compensatoria. Los impuestos pueden justificarse cuando corrigen fallas del mercado (proporcionando bienes públicos, corrigiendo externalidades o apoyando la redistribución), pero, por lo demás, reducen la eficiencia. Reducir el GST reduce esta carga excesiva. Los trabajadores retienen una mayor parte de sus salarios y están más dispuestos a trabajar. Las empresas obtienen una mayor rentabilidad después de impuestos e invierten más. Los consumidores, al enfrentarse a precios efectivos más bajos, reequilibran el trabajo y el ocio hacia una mayor producción. Con el tiempo, el resultado es una economía más grande y dinámica. El verdadero valor de los recortes del GST no es un impulso temporal del consumo, sino un motor de crecimiento más fuerte. Esto también explica por qué las demandas de una caída de precios uniforme son erróneas. Dado que la carga fiscal original se compartió, los beneficios de un recorte también se compartirán. Si las empresas y los trabajadores retienen parte de la ganancia, eso no es especulación; es la forma en que los mercados restablecen el equilibrio. Obligar a las empresas a recortar drásticamente los precios más allá de lo que los mercados ofrecen naturalmente corre el riesgo de erosionar los márgenes que financian la inversión y la creación de empleo. En estas circunstancias, la presión gubernamental para garantizar una repercusión más justa puede estar justificada. Para India, el mayor riesgo es que el gobierno se vea arrastrado al debate sobre la repercusión de precios. Si se percibe que la política se obsesiona con si los recortes del GST se reflejan plenamente en los precios de las tiendas, podría crear distorsiones, desincentivar la inversión y debilitar los beneficios a largo plazo de la reforma. El enfoque correcto es mantenerse firme: aceptar que la repercusión imperfecta es natural en la mayoría de los mercados y resistir la tentación de la microgestión. A continuación, se presentan tres advertencias. Primero, comprender la incidencia sector por sector y actuar solo cuando se documenten distorsiones como la repercusión asimétrica, no cuando los mercados funcionen con normalidad. Segundo, impulsar la consolidación fiscal con inteligencia, no mecánicamente. Los ahorros deberían provenir de la reducción de la inversión pública en proyectos que los inversores privados puedan ejecutar. Tercero, no juzgar la reforma del GST en función del aumento del gasto en el próximo trimestre. Se trata de una medida estructural cuyos beneficios se desplegarán gradualmente a través de una mayor productividad e inversión. La comunicación oficial debería enfatizar esta perspectiva a largo plazo. En resumen, los recortes del GST deberían celebrarse no como estímulo, sino como reforma. Reducen los costos ocultos de la tributación, refuerzan los incentivos para trabajar e invertir, y acercan a la India a un verdadero mercado único. El gobierno merece reconocimiento por avanzar en esta dirección. (El autor imparte clases en la Escuela India de Negocios).
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