¿El combustible reduce la producción de alimentos? No en Brasil

¿Podría el aumento de la producción de biocombustibles reducir la disponibilidad de alimentos y contribuir a la inflación? El dilema “alimentos versus combustible” ha resurgido recientemente en medio del debate sobre la descarbonización del transporte marítimo .
Los países europeos argumentaron que reemplazar los combustibles fósiles por biocombustibles de primera generación, como el etanol y el biodiésel, podría contribuir al aumento de los precios de los alimentos.
Los partidarios de la tesis defienden alternativas como la electrificación y combustibles generados a partir de hidrógeno, como el metanol, opciones más caras, sin escala y que requerirían miles de millones de dólares en inversiones en infraestructura y adaptación de motores.
La controversia estalló en 2008, en medio de un aumento de los precios de los alimentos, cuando un informe del Banco Mundial concluyó que “los grandes aumentos en la producción de biocombustibles en Estados Unidos y Europa son la principal razón detrás del fuerte aumento de los precios mundiales de los alimentos”.
El mismo informe, sin embargo, afirmó que “el etanol brasileño derivado de la caña de azúcar no ha aumentado significativamente los precios de los alimentos”.
Sin embargo, en 2010, otro estudio de la misma entidad revisó las conclusiones anteriores, señalando que podría haberse sobreestimado la contribución de la producción de biocombustibles.
Otro documento independiente, elaborado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), también concluyó que el impacto de los biocombustibles en los precios de los alimentos es mucho menor.
En las discusiones sobre transporte marítimo, Brasil llevó una delegación formada por representantes del sector de biocombustibles e investigadores con una revisión de centenas de estudios para contrarrestar las críticas a los combustibles de biomasa.
Los biocombustibles no afectan ni aumentan el suministro de alimentos, según la mayoría de los estudiosSegún la encuesta, entre 224 estudios, dos tercios muestran que los biocombustibles no tienen ningún impacto o incluso aumentan la disponibilidad de alimentos. A nivel nacional, especialmente en regiones de bajos ingresos, la bioenergía a menudo aumenta el acceso a los alimentos.
La preocupación por el aumento de los precios de los alimentos debido a la bioenergía se observa principalmente en los países ricos. En estos lugares, alrededor del 75 % de los estudios han señalado efectos negativos, según un extracto de la presentación.
En el caso de Brasil, el aumento de la demanda de maíz para la producción de etanol, por ejemplo, no redujo la oferta del grano para alimentación humana o animal en los mercados nacional e internacional, según uno de los estudios analizados.
Los datos de la Unión Nacional de Etanol de Maíz (Unem) muestran que la producción de biocombustible de maíz saltó de 30 millones de litros en la cosecha 2013/14 a 8 mil millones de litros en 2024/25. La proyección es que para 2033/34 el volumen alcanzará los 16.600 millones.
Daniel Rosa, asesor técnico de la Asociación Brasileña de Productores de Maíz y Sorgo (Abramilho), explica que en el proceso de fabricación de etanol a partir del grano se genera el salvado de maíz, conocido por la sigla en inglés DDG (granos de destilería secos con solubles) .
“Después del proceso de fabricación del etanol, este maíz que de otra manera sería desechado en realidad se reutiliza en la producción de salvado, que, con diferentes concentraciones de proteína, regresa a la industria para abastecer la cadena de proteína animal, principalmente carne de res, cerdo y aves”, afirma.
Lo mismo ocurre en la producción de biodiesel a partir de soja, que como subproducto genera salvado, que contiene hasta el doble de proteínas en comparación con la carne de res.
“Si no se utilizara aceite de soja para biocombustible, tendríamos un excedente de aceite y escasez de harina de soja, reduciendo la oferta de proteína vegetal, lo que encarecería aún más los alimentos”, explica Lucas Costa Beber, presidente de la Asociación de Productores de Soja del Estado de Mato Grosso (Aprosoja-MT).
La producción combinada de soja y maíz genera alimentos, piensos y energía. Y secuestra gases de la atmósfera.Alternar la siembra de soja con maíz para generar etanol también permite la producción combinada de alimentos, piensos y energía.
Además, la producción de soja combinada con maíz no sólo no reduce las emisiones de carbono, sino que también secuestra gases de la atmósfera.
“No existe ningún otro sistema en el mundo que permita una captura neta de carbono de 1,6 toneladas por hectárea. No es un sistema de bajas emisiones, sino uno de emisiones negativas”, afirma Beber.
En el caso de la caña de azúcar, la alternancia de la producción con el cultivo de maní y soja reduce la necesidad de fertilizantes, aumentando la biodiversidad local y promoviendo ganancias de ingresos en la misma área productiva.
Además, las investigaciones muestran que el aumento de los ingresos en las zonas rurales debido a la producción de biocombustibles ha llevado a la innovación en el agronegocio brasileño, a la modernización de la agricultura, al desarrollo de mejores prácticas de gestión y a una mayor productividad y sostenibilidad.
Los biocombustibles tienen un historial de mejora de los indicadores socioeconómicosLos biocombustibles todavía tienen un historial demostrado de mejora de los indicadores socioeconómicos. En 2023, el sector brasileño de azúcar y alcohol generó 2,2 millones de empleos directos e indirectos. Muchos países que producen biocombustibles también producen electricidad en centrales eléctricas, que se incorpora a la red eléctrica, ampliando el acceso a la energía en las zonas rurales.
“El potencial de las economías emergentes en países que no producen, pero ya tienen cultivo y vocación agrícola, para producir biocombustibles es claro”, afirmó Francisco Turra, presidente de la Dirección de la Asociación Brasileña de Productores de Biocombustibles (Aprobio), en un comunicado.
Según él, en países que actualmente son actores líderes en este sector, como en la región latinoamericana, es posible duplicar la producción de biocombustibles y atender las demandas de la transición energética. Esta es una oportunidad para que Brasil –referencia en la producción de alimentos y biocombustibles– crezca aún más en esas áreas, según Turra.
En Brasil, Raízen, en asociación con la empresa finlandesa Wärtsilä, desarrolla investigaciones sobre la aplicación del etanol como combustible marino. Reemplazar combustibles fósiles por derivados de la caña de azúcar podría reducir las emisiones de carbono hasta en un 80% en una ruta estándar de Brasil a Europa, según estudios preliminares de la empresa.
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