Ciudades del futuro y gestión colaborativa

En una conferencia reciente en Aveiro, João Ferrão [geógrafo de la Universidad de Lisboa], al hablar sobre la idea de proximidad, llamó la atención sobre un riesgo: la proximidad a veces puede ser engañosa. Dos personas pueden vivir en el mismo edificio durante años y nunca haberse hablado. La proximidad que buscamos es relacional, lo cual tiene que ver con una dimensión emocional, cognitiva y experiencial, que cultiva el cuidado, el interés común y la empatía, que, curiosamente, hemos sentido mucho durante la pandemia.
Pandemia que, para el investigador, fue un excelente laboratorio. Estoy convencido de que no hemos perdido este aprendizaje, simplemente no se ha activado. Es necesario reactivarlo, teniendo en cuenta los tiempos en que nos vimos obligados a organizarnos y cooperar para encontrar respuestas al bien común.
El bien común, ante el que muchos pueden encogerse de hombros o levantar una ceja por considerarlo un concepto quizás demasiado abstracto o lejano, no lo es, según José Carlos Mota.
Se trata de preguntarnos, cada uno de nosotros, qué podemos hacer juntos para tener un impacto y mejorar la vida de todos. No es una utopía, pero sí requiere mayor voluntad política, a nivel local y nacional, más mediación técnica y formación para apoyar los procesos participativos, un esfuerzo coordinado entre los diferentes niveles de gobierno: local, nacional y europeo.
Un futuro mejor para las ciudades –que es la firma de ONUHABITAT– depende, según las directrices de las Naciones Unidas para la planificación urbana y territorial, en gran medida de su capacidad para adoptar modelos de gobernanza compartida, participativa y colaborativa, como propone José Carlos Mota, quien señala las ciudades de Barcelona, Bolonia y, de forma diferente, París como referencias e inspiración.
Bolonia, según el investigador, porque tiene una agencia de innovación urbana, tiene laboratorios ciudadanos y tiene algo que se llama pacto comunitario, posible gracias a leyes italianas que permiten conceder a los ciudadanos la gestión de bienes públicos comunes.
Barcelona es “un ejemplo de dinámicas de barrio participativas” y cuenta con un modelo innovador de urbanismo participativo, a través del cual, con la ayuda de una plataforma online, los ciudadanos participan en las decisiones sobre espacios públicos, movilidad, cultura e infraestructuras. A partir de la votación en línea y consultas digitales permanentes, pueden sugerir proyectos para sus barrios; votar propuestas de otros residentes, supervisar el avance de las obras públicas y los presupuestos o participar en foros, consultas y debates virtuales. Las propuestas con mayor apoyo se integran al presupuesto participativo de la ciudad y reciben un presupuesto y un cronograma de implementación, permitiendo que la planificación urbana responda a las necesidades reales de la población.
París, por su parte, ha desarrollado la dinámica de las ciudades de proximidad y un nuevo modelo urbano basado en el concepto de ciudades de 15 minutos. Aunque José Carlos Mota no es un gran fan del concepto, cree que “repiensa y reorganiza, desde el punto de vista urbanístico, el modelo de ciudad en función de sus ciudadanos”.
Son ellos, los ciudadanos, quienes deben estar en el centro –y aquí el centro es el lugar físico, simbólico y de decisión– de las ciudades.
observador